Los barceloneses amantes de la obra de J.S.Bach hemos estado de enhorabuena en las últimas semanas. A finales del mes pasado tuvimos el gusto inmenso de disfrutar en dos conciertos consecutivos, las dos pasiones del maestro de Leipzig, interpretados por músicos de absoluta excepción. Para la San Mateo, la agrupación Belga Vox Luminis y la Freiburger Barockorchester fueron los encargados de hacer un estupendo concierto ya reseñado por este cooltureta que aún deja sentir su delicioso sabor entre nosotros. La Pasión según San Juan fue presentada en un también espléndido concierto, por el admirado maestro Philippe Herreweghe al frente de Collegium Vocale Gent.
Ahora bien, culminar esa racha dijéramos “virtuosa” con John Eliot Gardiner al frente del Monteverdi Choir y de la English Baroque Soloists haciendo una memorable Misa en Si menor, es algo que no muchas capitales del mundo pueden tener y que los amantes de la música de esta ciudad condal, agradecemos enormemente.
Para muchos, la Misa en Si menor, es una de las obras más importantes del catálogo del maestro. En ella Bach, durante décadas, fue depositando lo que él mismo denominó sus “avances en la ciencia de la música”. Es, sin duda, un muestrario amplio y muy profundo, de todo el inmenso acervo que controlaba tras toda una vida haciendo la mejor música para el servicio divino.
La muerte del Príncipe Elector de Sajonia y rey de Polonia y Lituania Augusto II “ El Fuerte” en 1733, abrió la posibilidad para Bach de solicitar a su heredero Augusto III el título de “compositor de la corte del príncipe elector de Sajonia y de la corte real de Polonia», y para ello, decidió que sería una inmejorable carta de presentación de sus pretensiones laborales, una pequeña muestra de “su saber hacer” en temas musicales. De ese impulso, nace la primera parte de la Misa, a saber, el Kyrie y el Gloria.
Las tres partes restantes de la misa fueron elavadoras a lo largo de los siguientes 16 años, utilizando lo que actualmente se llama “parodia” y que es la reutilización de materiales ya escritos por un compositor y utilizados en una obra nueva. Así, las 27 piezas que conforman esta colosal obra, abarcan casi veinte años de la vida del maestro, pues el Gloria había sido escrito en buena parte desde la navidad de 1724 y los últimos toques del Credo fueron culminados por Bach a finales del año 1749, a unos pocos meses de fallecer. De hecho C. Wolff apunta sobre la enorme posibilidad de que el “Et Incarnatus est” sea la última obra significativa que Bach lograra terminar, pues estaba ya muy enfermo y casi totalmente ciego.
Fue hasta 1736, tres años después de su petición, que el elector Augusto III le concedió el título solicitado, pero esto, a efectos prácticos, no significó mucho, pues el título era de tipo honorario. De cualquier modo, el compositor, lo utilizó cuantas veces le fue posible, pues ello le daba un prestigio que el dinero no daba en aquella época.
Con estos antecedentes, la interpretación de una obra de esta envergadura no es tarea fácil. Se trata de una pieza donde toda la sabiduría de uno de los más grandes artistas de la historia se fue depositando y para hacerle justicia, se requiere de un verdadero maestro que sepa ahondar en lo más profundo de ella. Sir John Elliot Gardiner, sin duda, tiene todo lo necesario para sumergirse en ella y entregar una lectura sin duda paradigmática. Con una brillantísima carrera a sus espaldas, forma parte de ese selectísimo grupo de intérpretes que sientan cátedra cuando abordan la obra de Bach
Gardiner es ya un huésped habitual de casa nostra. Se le quiere y admira muchísimo. Cada concierto programado con su nombre en nuestra ciudad, es contestado con un absoluto lleno, y este, efectuado el pasado 11 de abril, no fue la excepción. Los barceloneses llenaron hasta la bandera el Palau de la Música y recibieron muy calurosamente al maestro en cuanto pisó el escenario.
Gardiner con el paso de los años,( y esta gira de conciertos está pensada para celebrar su 80 cumpleaños) ha ido profundizando cada vez más y más en su lectura de la obra de Bach. Siempre mostrando una inmensa calidad técnica y musical, su abordaje de las obras del maestro se ha ido impregnando de una profundidad y un grado de detalle cada vez más deslumbrante .
Si uno escucha las muchas grabaciones que ha realizado Sir John, (y ha grabado toda la obra coral de Bach, siendo para muchos un absoluto referente) y las compara con sus más recientes interpretaciones, encontrará, que, aun manteniendo lo que podríamos llamar una de las marcas de la casa, o sea los tempos rápidos, el fraseo de la música es cada vez más preciso, hasta niveles casi infinitesimales. No hay nota, ni signo que no haya sido revisado por Gardiner y colocado en un contexto más amplio, construyendo con ello una lectura con un marcado sabor austero y donde brillan con una intensa y poderosa luz, los complejos entramados contrapuntísticos que vertebran la obra.
En medio de la compleja red de contrapuntos que constituyen la obra, Gardiner sabe destacar sabiamente el tema relevante, la melodía fundamental. Pone luz donde otros solo ven un inmenso tejido de voces, por momentos abrumadoras, pero que, al ser perfectamente balanceadas y moldeadas, cobran un sentido absolutamente trascendental. Mima en grado sumo cada elemento de la partitura, que conoce hasta su más íntima esencia, y logra mantener el siempre complejo equilibrio de una obra colosal.
La unidad de cada una de las partes que integran este impresionante monumento, que es la misa en sí menor, suele quedar muy comprometida si no se hace una lectura serena, profunda y donde desde la primera articulación, esté ya implícita la última nota que sonará al final de esta. Gardiner ha alcanzado, con el paso de los años, incidir precisamente en este crucial punto, pues ha logrado ver y dar sentido de unidad a la obra en su totalidad, lo que se manifiesta en un todo perfectamente orgánico. En el momento de la primera anacrusa, Gardiner tiene ya muy claro cómo sonará el último acorde de la obra.
Tanto el Monteverdi Choir como la English Baroque Soloists dieron notable testimonio del altísimo nivel artístico que han alcanzado a lo largo de todos estos años. Están absolutamente compenetrados los unos con los otros y se les ve tocar concentrados, pero al mismo tiempo relajados e inmersos en la ejecución. Dentro de los solistas presentados, todos de excepción, podríamos hablar, por mencionar algunos notables casos, al contratenor norteamericano Reginald Mobley, que bordó un Agnus Dei realmente conmovedor y el bajo Alex Ashworth, habitual colaborador de Sir John, que cantó el aria Et in Spiritum Sanctum con una voz rotunda y muy potente, además de lucir una deliciosa musicalidad que llenó de una maravillosa magia su interpretación.
De igual modo, la soprano Hilary Cronin brilló y mucho en todas las arias a ella encomendadas, destacando su delicado timbre y la elegancia con que frasea cada una de ellas.
Es indescriptible la inmensa emoción que logró generar en cada uno de los que esa noche estuvieron en la sala del Palau de la Música, la audición de esta memorable obra. Al final, tras el corte del último acorde, que fue bruscamente interrumpido por los aplausos del público, muchos teníamos la absoluta certeza de haber vivido algo trascendental, algo que se parecía mucho a un éxtasis místico. Recordé en esos momentos lo que Bach solía colocar al final de sus obras: “Soli Deu gloria” y solo pude decir para mi mismo, Amén. Seguimos.