Y el concierto público fue creado. ¿Perdón…?

Y el concierto público fue creado. ¿Perdón…?

Fue en el s.XIX cuando se consolidó una práctica que hasta ese momento era más bien minoritaria dentro de la vida musical de Europa y que nosotros hemos asumido como algo absolutamente normal: los conciertos públicos. La consolidación de la burguesía como clase dominante, permitió que este tipo de eventos tuviera cada vez más un mayor auge del que hasta ese momento había tenido. Así, por todo el continente, se construyeron espacios públicos en los que se efectuaban conciertos a los que la gente con el dinero suficiente para ello, mediante el pago de una entrada, podía disfrutar de unas cuantas horas de música en vivo. Y digo unas cuantas horas, porque las jornadas, muchas veces podían llegar a ser maratonianas. 

 

 

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Aire fresco

Aire fresco

 

Entre las lecturas del verano, he tenido el gusto de leer en muy pocos días la auto biografía del pianista británico James Rhodes.  Por momentos es un libro telúrico, que describe con mucha precisión el profundo dolor que ha desgarrado la vida de su autor.  El poder destructivo  que ejerce una violación sobre sus víctimas es absolutamente devastador. James Rhodes fue arrasado desde dentro, siendo muy pequeño. Su vida se rompió en miles de trozos justamente en los momentos en que él mundo es más luminoso. (más…)

Y un año después

Y un año después

Ha pasado casi un año desde la última de las entregas de este blog. Desde esa fecha llevo pensando que habría que ponerse manos a la obra de nueva cuenta. En un año pasan muchas, pero muchas cosas, y este no ha sido la excepción. Vamos, que me ha pasado de todo, pero creo que si tuviera que calificarlo, diría que en este año he aprendido mucho más que muchos que le antecedieron. No solo de temas musicales o culturales varios, sobre todo, este período de tiempo a nivel humano ha sido de caída de grandes paradigmas tanto profesionales como personales.  Pongámonos en marcha.

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Orfandad sobrevenida

Orfandad sobrevenida

 

 

El reciente fallecimiento de nombres tan significativos como  Pierre Boulez, Umberto Eco o Nikolaus  Harnoncourt nos hace, en una primera reacción, sentirnos solos, extrañamente solos. Creo que no exagero si digo que varias generaciones crecimos bajo la amplia sombra que personajes tan brillantes proyectaron sobre nosotros. Su actividad, siempre incasable, estuvo llena  de una profundidad y de una solidez intelectual que marcó a fuego el desarrollo de muchos, entre los que me cuento. Somos, y en mi caso uno de sus más humildes, hijos intelectuales de seres tan extraordinarios.

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