Un Mesías (de Händel) profetizado por todos y no nato

Un Mesías (de Händel) profetizado por todos y no nato

4 de enero de 2018.

Dentro del repertorio habitual de conciertos, el famoso “Canon de la música clásica”, hay obras que forman parte casi inevitablemente de cada temporada, son dijéramos, obras que “caen sí o sí”. Así por ejemplo, al llegar la semana santa o en sus proximidades, tendrás varias lecturas de las pasiones de Bach. A lo largo del año no pasarán muchos meses sin que una sinfonía de Beethoven sea ejecutada, y como no, en navidad es de rigor: El Mesías de G.F. Händel. Esto en sí mismo evidentemente no es malo, a lo sumo, revela poca imaginación de los programadores, pero eso ya es otra cosa. Este año por ejemplo, en una semana, nos han recetado tres lecturas del oratorio handeliano, pero repito, la programación de obras paradigmáticas en sí mismo, no es algo censurable, si a ello sumamos otras que no suelen ser programadas.

Pero si hubo una lectura esperada esta temporada, fue la que se anunció con bombo y platillo que realizaría el maestro Jordi Savall del oratorio de Händel. Yo mismo, sinceramente, estaba muy emocionado de presenciar la primera lectura de esta pieza tan significativa del catálogo del maestro alemán, por parte del estimado maestro Savall. Y he de decir con mucha honestidad, que me decepcionó el resultado final. Todos los elementos musicales que comparecieron esa noche sobre el escenario del Palau de la Música pese a ser de primer nivel, al mezclarse, dieron como resultado una lectura a ratos aburrida, sin la garra y la potencia que caracterizan la música de Händel, repito, todo hacía albergar los mejores resultados, pero, como mucho, tuvimos unos bien modestos.

Los solistas, tuvieron un desempeño desigual, comenzando por el tenor británico Nicholas Mulroy que mostró un timbre demasiado nasal en su primera intervención que es justamente la que abre el oratorio con el recitativo “Comfort ye my people” y su subsecuente aria” Every valley”, la voz nunca logró superar el acompañamiento de la orquesta, ni mucho menos proyectarse por la sala, cosa que finalmente logró en su última aria “Thou shalt break them”, ya en la segunda parte. La soprano Rachel Redmond cuenta con un hermoso timbre y una notable facilidad para las coloraturas, misma que por momentos revelan un poco de estridencias impropias del estilo, pero en general, todas sus intervenciones fueron estupendas, llenas de dramatismo.

El barítono alemán Matthias Winckhler tuvo una noche luminosa y llena de aciertos, con una voz potentísima, inundó toda la sala con una musicalidad muy remarcable. Los diferentes registros de su voz están muy bien trabajados y él los administra con mucha inteligencia, destacando unos graves amplios y llenos de armónicos y un registro agudo con una proyección plena de fuerza.

Por enfermedad el contratenor anunciado Hagen Matzeit tuvo que ser sustituido por el contratenor Gabriel Díaz, miembro de La Capella Reial y que alternando las partes solistas indicadas para su voz por la partitura, continuó actuando en el resto de números dentro de la coral. Su interpretación de las partes solistas  fue realmente muy buena, pues además de buen gusto para ornamentar, cuenta con una hermosa voz muy bien timbrada, que corrió muy bien en la sala.

La Capella Reial de Catalunya fue con mucho, lo mejor de la noche, primorosamente bien preparados por Lluis Vilamajó lucieron una dicción perfecta, musicalidad y potencia sonora, pero al conjuntarse con Le Concert de Nations, el resultado fue por momentos más bien desabrido. Todo estaba en su lugar, como ya nos tiene acostumbrados el maestro Savall, pero pese a ello, la obra por momentos, se empantanó repetidas veces, sobre todo en la primera parte. Los mejores elementos posibles: buenos solistas, una coral maravillosa y una orquesta inmejorable al conjuntarse, no dan siempre el mejor resultado, la alquimia no dio la magia esperada.

Quizás peque de purista al señalarlo, pero el hecho de cortar la interpretación de la segunda parte del oratorio justo después del coro “All we like sheep have gone astray”  para hacer el intermedio me parece inaceptable. El decurso de la obra en este momento narra las profecías que Isaías hizo sobre las humillaciones que soportaría el Mesías para salvar a la humanidad, estamos en uno de los momentos más dramáticos de la obra, esperando el recitativo del tenor que dirá “Todos los que lo veían se reían de él”, parar justo ahí, cortando el decurso del drama planeado por Händel, desde mi muy humilde opinión es inadmisible.

Otra curiosa circunstancia se da en el programa de mano que se repartió. En su portada lucia en letras bien grandes el nombre de Jordi Savall y debajo el nombre de la obra a interpretar: “El Mesías”. Si continuabas buscando el nombre del autor de la obra, el padre de la criatura vamos, no aparecía, lo daban por supuesto o directamente amortizado. Entiendo, que todo mundo sabe que la mencionada obra está escrita por quien está escrita, pero, sinceramente, me parece muy peligroso hacer programas de mano solo para entendidos, programas que supongan cosas, esto solo hace ahondar más en la sectorización de la mal llamada “música clásica”. El nombre de Händel apareció, sí, dentro del programa en letras pequeñas, debajo de todos los intérpretes cuyos nombres disfrutaron de un tamaño de letra más grande y legible.

Lamento ser el aguafiestas que opina que lo que escuchamos esa noche del 20 de diciembre en el Palau de la Música fue una lectura correcta, sí, pero no a la altura ni de lejos de nombres como los de Jordi Savall ni mucho menos de George Frideric Händel.

Cien años por todo lo alto, ¡sí señor!

Cien años por todo lo alto, ¡sí señor!

3 de enero de 2018

«Que veinte años no es nada” cantaba el zorzal criollo en el tango “Volver” y cien ya comienzan a serlo, así que cuando se cumplen hay que celebrarlo por todo lo alto. Por tal motivo, la sección de música de la biblioteca de Cataluña ha organizado una exposición conmemorativa, junto con una serie de eventos anexos para festejar este primer centenario de existencia.

Fue Felip Pedrell el que persistió y logró el nacimiento de lo que ahora es la sección de música de la Biblioteca de Cataluña, y no es solo la fundación de un mero archivo, lo que se inició en el año de 1917, sino algo mucho más trascendental para la vida cultural de nuestro país: el estudio, publicación y difusión de un repertorio musical de enorme calidad escrito siglos atrás y que era absolutamente desconocido. Siglos de música de enorme factura se habían perdido ya de manera irremediable. El poco cuidado, las guerras y hasta la mala suerte desangraban al país y destruían el enorme legado musical con que se contaba. Gente como Pedrell taponaron esta sangría y con los aun numerosos restos, se inició un camino de trabajo abnegado y muy profesional. Es, de hecho, el trabajo de maestros como el mencionado Pedrell, Anglès o Gerhard entre otros nombres igualmente importantes, que dieron carta de nacimiento a la musicología moderna en España.

Me gustaría insistir en que no solo es guardar un enorme volumen de manuscritos de mayor o menor importancia, no es esto un cementerio de elefantes, es analizar los textos, conservar los originales para futuros estudios, hacer nuevas ediciones que puedan ser interpretadas por los músicos del momento, generar estudios que contextualicen las obras y un largo etc que podría ser resumido en: conservar, actualizar, y difundir el acervo musical de un país tan antiguo y prolífico como el nuestro.

La exposición mencionada estuvo abierta al público en las instalaciones de la biblioteca desde el 18 de octubre hasta el pasado 19 de diciembre y algunos de sus contenidos están disponibles aun en la red. Para la clausura de la exposición abierta al público se organizó un concierto en la Sala de Llevant de la misma institución en que se ejemplificaban en siete apartados bien diferenciados los diversos periodos de trabajo por los que había pasado la sección de música. Así por ejemplo se iniciaba con el título “Antecedentes y pervivencia de la investigación musicológica: del Cancionero de Barbieri a los Monumentos de la Música Española “y tras los atinadísimos comentarios introductorios del musicólogo Daniel G. Camhi encargado de la muestra documental y de los comentarios anexos a la música, el ensamble vocal  Cantoría interpretó tres obras integradas en el famoso Cancionero Musical de Palacio.

El planteamiento del concierto fue el mismo, a lo largo de las siete etapas, pudimos disfrutar de los comentarios siempre interesantes de Camhi y después de pequeñas muestras del acervo de nuestra biblioteca siempre interpretados por el ensamble Cantoría que además contó con la colaboración del vihuelista Giovanni Bellini que interpretó tanto repertorio para su instrumento solo, como acompañando al ensamble vocal.

Que gusto fue disfrutar de un repertorio tan bello, por jóvenes con tanto talento. El balance justo, la dicción precisa, la afinación perfecta y un largo etcétera son características que definen a este novísimo conjunto de músicos egresados del ESMUC. Con razón fueron definidos por el Jefe del departamento de música antigua del ESMUC, el maestro Xavier Blanch al inicio de la jornada, como una de las joyas de su departamento. Sinceramente, la frescura con que fluye la música, la simpatía y la empatía que establecen con el público es algo muy destacable en ellos, todo esto que podría ser calificado de superficial es solo el envoltorio amable de un trabajo serio, muy profesional y que esconde un profundo amor por la música, algo que se agradece mucho en este mundo musical actual donde las querencias van muy en otras direcciones, dijéramos más pecuniarias. La juventud de sus integrantes nos hace albergar el convencimiento de una larga y exitosa carrera que de acuerdo al currículo repartido, ha iniciado ya su andadura. El maestro Bellini estuvo igualmente estupendo, mostrando una técnica muy sólida, buen gusto y sobre todo una enorme musicalidad. Grandes músicos, que están por darnos enormes satisfacciones en el futuro.

Llegados a este punto, es dónde hago votos para que se genere un círculo virtuoso entre jóvenes músicos tan bien preparados como los que tuvimos la oportunidad de escuchar y son solo una pequeña muestra de una generación de intérpretes maravillosamente bien formados y con ganas de hacer las cosas bien, e instituciones como nuestra Biblioteca de Cataluña. Porque si bien es cierto que esta institución lleva ya cien años de dedicado trabajo, los jóvenes músicos ahora han de difundir esta música que aquí se custodia. Las partituras no son música aun, son solo el registro de las intenciones de un autor, mismas que en manos de un buen músico, como es el caso, deviene en música. La musicología tiene aquí un vasto terreno de trabajo, ya no solo en investigar y rescatar el ingente repertorio que aún queda por conocer, si no, y esto es fundamental, difundir y lograr impactar no solo en los estamentos académicos y/o musicales, hay que ir más allá, hay que hablar a la gente común, a nivel de calle, al ciudadano medio, este repertorio tambien forma parte de su herencia cultural, estas músicas también son suyas, y tenemos el deber de darlas a conocer, para poder después tener un público que las quiera y las defienda.

Mil felicitaciones a todos los que formaron parte tanto de la exposición, como de las actividades anexas y como no, del concierto de clausura. Seguimos.

 

Una tropa de generales redescubriendo a Telemann

Una tropa de generales redescubriendo a Telemann

12 de diciembre de 2017.

“Son una orquesta de generales”, tal frase se ha aplicado en las medianías del siglo XVIII tanto a la orquesta de Mannheim en sus más luminosos momentos,  como también se ha dicho en pleno siglo XX de la Filarmónica de Berlín en tiempos de Herbert von Karajan intentando con estas palabras, separar a la agrupación berlinesa del resto de orquestas del mundo colocándola, en una especie de olimpo al que nunca podrían acceder el resto de orquestas del mundo.

Un servidor lo confiesa, nunca ha sido un gran admirado de esa época de la mítica Filarmónica de Berlín, porque sin detrimento de sus innegables méritos artísticos, con el tiempo se ha visto que mucho del brillo de aquellos años, provenía de una minuciosa campaña de mercado donde la cabeza era Karajan y otras personas de muy dudosa honorabilidad, al menos en el plano estrictamente artístico. Es por ello que creo que sería más justo aplicarle esta frase a un grupo donde sus integrantes sean verdaderamente unos generales,  poseedores de una autoridad y de una autonomía en exclusiva reservada a seres que obtengan tal autoridad de un conocimiento muy profundo y de un ejercicio honesto y concienzudo de su labor como músicos y sinceramente, creo que el pasado domingo 3 de diciembre en Barcelona en la sala Oriol Matorell de l’Auditori, tuvimos la oportunidad de ver a una auténtica “orquesta de generales”. Me refiero sin ningún género de duda al conocidísimo grupo italiano Il Giardino armonico.

Con una sala llena, el mencionado grupo interpretó un programa homenaje a G.P. Telemann, nombre injustamente vituperado por demasiados y que está a la altura de los grandes nombres de su época, sean estos Bach, Haendel  o Alessandro Scarlatti. El drama de Telemann tiene su origen en varias fuentes, todas tienen solución en la medida en que la musicología moderna haga su trabajo. La reelaboración del famoso canon de la música de donde tantos nombres han quedado apartados es más que necesaria. Música de una factura magistral, escrita por ejemplo, por mujeres de un enorme talento, duerme el sueño de los justos. En el caso de Telemann en parte, es víctima del enorme volumen que ocupa su obra. Se calcula que su catálogo, que dista de estar concluido, está integrado por más de 700 obras. Semejante volumen  hace que al ser un corpus poco conocido tanto por músicos como por el público, oculte sus más notables tesoros. Actualmente para el gran público, casi cualquier obra firmada por el maestro alemán es algo a descubrir y créanme cuando les digo que Telemann nunca defrauda. En él confluyen los tres grandes estilos del barroco tardío, y podemos encontrar como en el concierto del pasado 3 de diciembre, obras escritas en un solemne estilo francés, como también hermosas y sentidas melodías más propias del estilo italiano. Esto, sin menoscabo de un trabajo armónico y contrapuntístico de primer nivel que evidentemente tiene en Alemania su matriz.

Las obras que integraban el programa de nuestro concierto iban desde una suite o una sonata hasta un concierto, lo que confirma lo antes dicho: Telemann conocía perfectamente el funcionamiento de todas las escuelas y estilos de su época. Fue un hombre de un carácter afable y muy social, que viajó muchísimo, aprendiendo cuanto podía del lugar que visitaba y logrando el reconocimiento sincero de colegas tan encumbrados como el mismo J.S.Bach, que le pidió que fuera padrino de bautizo se su segundo hijo, nada más y nada menos, que el genial C.P.E Bach.

El que un grupo tan sólido como el Il Giardino Armonico, integrado por tan buenos músicos, interprete un programa casi consagrado en su totalidad a un compositor que está siendo cada vez más revalorizado como es el caso de Telemann es muy de agradecer. La única obra que no estaba firmada por nuestro autor, era una sonata para dos violines, viola y bajo continuo en do menor escrita por J.G.Goldberg, el famoso alumno de Bach destinatario de las célebres variaciones que llevan su nombre. La interpretación del programa fue realmente espectacular, las obras del programa, al necesitar una dotación casi de música de cámara dejaban al descubierto la precisión y la enorme solvencia de todos los músicos que integraban la orquesta. Era realmente satisfactorio ver las miradas de complicidad que existían entre el grupo, las sonrisas, los gestos que daban pie al compañero, los momentos en que  juntos tejían tal o cual pasaje de las obras de este concierto. Todo estaba perfectamente preparado, pero todosurgía de una manera espontánea. Realmente eran generales, que en vez de comandar, conversaban amigablemente.

Giovanni Antonini su director y además solista en esta ocasión, es un músico delicado y que cuida al extremo todos los detalles, no solo de la agrupación que dirige, sino, además, de su ejecución a la flauta dulce, instrumento que puede con mucha frecuencia dar notas bajas o una sonoridad saturada. En su caso, nunca fue así, la afinación siempre fue perfecta, la sonoridad justa y nítida, la musicalidad constante. Caso semejante fue cuando el mismo Antonini junto con Tindaro Capuano ambos al chalumeaux interpretaron dos obras donde el solista fue este instrumento del que en su momento Telemann fue un virtuoso consumado.

Como no podía ser de otro modo, tras una enorme ovación, la orquesta nos obsequió con un pequeño bis del mismo Telemann culminando un concierto que nos dejó un gratísimo sabor de boca y  con unas tremendas ganas de que en futuras fechas regrese a nuestros escenarios Il Giardino Armonico.

 

 

 

De la oscuridad al más esplendoroso amanecer.

De la oscuridad al más esplendoroso amanecer.

24 de diciembre de 2017.

Cuando se diseña el programa de un concierto, se puede proceder de muy diversas maneras. El típico paradigma de concierto de una orquesta sinfónica, que consiste en: una obertura, un concierto solista y tras un intermedio, una sinfonía, aún es muy socorrido por orquestas de todo el mundo. También se  puede programar girando en torno a una temática, ya sea histórica, literaria, o incluso, política. Pero lo que la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña hizo en el programa presentado los días  15, 16 y 17 de diciembre, fue zambullirse en el abundante repertorio germánico y presentar tres obras  de épocas bien diferenciadas de la historia alemana, contando además, con un solista de excepción: el gran violista alemán Frank Peter Zimmermann.

La primera parte del concierto estaba integrada por dos obras peculiares: la primera de ellas fue una trascripción para violín y orquesta realizada por Wilfred Fischer (en el programa de mano escrito Ficher)  sobre el concierto para teclado y orquesta núm. 1 en Re menor BWV 1052  de Johann Sebastian Bach, y por la hermosa Fantasía en Do mayor para violín y orquesta Op 131 de Robert Schumann. En ambos casos se trata de la primera lectura de ellas por parte de nuestra orquesta.

Sinceramente, la OBC no se encontró nunca ni medianamente cómoda con la obra de Bach. Es un repertorio que, al menos en este caso, fue interpretado de manera muy superficial y sin atender a los detalles mínimos de fraseo y de articulación que el estilo exige. Fue una lectura bien realizada, sin mayor repercusión musical. Por momentos, incluso, pese a los esfuerzos de los primeros atriles que siempre estuvieron manteniendo la cohesión del grupo, se tenía la impresión de que algo no funcionaba bien, parecía que el maestro Ono, director titular de la orquesta, entorpecía la comunicación entre el solista y los músicos. En general, la sensación no fue buena y el regusto final fue que estábamos ante una obra que no había sido bien interpretada.

En el caso de Schumann, las cosas comenzaron a cambiar, tanto el solista como  la orquesta, se encontraron en un territorio mucho más familiar. Zimmermann mostró la enorme calidad técnica que lo respalda como unos de los grandes violinistas de la actualidad, esto sin detrimento, claro está, de su enorme estatura musical. La orquesta estuvo mucho más afortunada, acompañando y reforzando el discurso musical del solista. Kazushi Ono, mostró, el enorme instinto musical que siempre lo ha caracterizado, atento a los balances tan problemáticos siempre en Schumann, cuidando que la orquesta fluyera con soltura y naturalidad en torno de una obra, que está escrita para lucimiento de un gran solista: el mítico violinista alemán Joseph Joachim, amigo íntimo no solo del matrimonio Schumann, sino también, de Johannes Brahms.

El intermedio llegó, y todos nos preparamos para escuchar el plato fuerte del programa. Obra de una gran dificultad técnica y musical, que marcó un hito desde su estreno efectuado en 1896, y que es en palabras de su autor: “Glorioso, de lejos la más importante de todas mis obras, la más perfecta en forma, la más rica en contenido y la más individual en carácter”. Me refiero al poema sinfónico Así habló Zaratustra de Richard Strauss.

Cuando en 1896 Strauss en una carta dirigida a Cosima Wagner le informa que está trabajando sobre el Zaratustra de Nietzsche, ella se lo tomó en un principio  como una  broma, para posteriormente confesar, que pese a no conocer el libro, algo tendría de significativo que había generado en Strauss la necesidad de trabajar sobre él. El resultado de apenas 6 de meses de trabajo, fue una obra maestra que requiere de una dotación instrumental enorme y sobre todo, de una orquesta al nivel de semejante reto. La OBC y su titular brillaron con una intensa luz tras la oscuridad de la primera parte. Si al inicio hubo indefinición, en Zaratustra todo encajó casi milimétricamente y dejó muy claro el alto nivel musical de nuestra querida orquesta, que en obras como estas, desarrollan todo el músculo que han logrado acumular en todos estos años de duro trabajo, tanto con el maestro Kazushi Ono como con anteriores titulares. Un gusto tremendo escucharles en plenitud de facultades.

No quisiera terminar está humilde crónica sin mencionar a un actor muy destacado de nuestro concierto, que brilló por momentos muy notoriamente en él y que son los más diversos tosidos y sonidos varios que parte de la concurrencia aportó al concierto aquí reseñado. Ya en el programa de mano, intentaron prevenirse contra ello, a tal grado ha llegado esto, que la orquesta solicita que se intente controlar el efecto sonoro de semejante malestar respiratorio, acudiendo a un simple pañuelo para contener el sonido generado, pero se ve que al menos en esta ocasión, no obtuvieron una buena acogida a sus ruegos, porque, por ejemplo, mientras el maestro Ono tejía la pausada y grave fuga correspondiente al pasaje llamado “ De la ciencia”  en los últimos momentos de  Zaratustra, eran mucho más notorias las toses que hacían un contrapunto a la citada música que la obra misma. Esperemos que un poco de educación y buenos modos, o como antes se le llamaba, simple y llanamente urbanidad, solucione al menos en parte este problema.

Barcelona cuenta sin lugar a dudas con una orquesta de primer nivel y muestra de ello, es ver en cada uno de sus conciertos, la sala casi llena, integrada por un público cada vez más heterogéneo, que está respondiendo a la calidad musical de su orquesta y también, por qué no decirlo, a una buena estrategia comercial que está logrando impactar poco a poco en las diferentes capas de la sociedad, bravo por ello, continuemos  disfrutando.

Austeridad germana con sabor del Lacio

Austeridad germana con sabor del Lacio

6 de diciembre de 2017.

Refiere Christoph Wolff en su monumental biografía BACH, El músico sabio (Barcelona: Ma non tropo,2008, p.24) que a los pocos días de fallecido J.S.Bach, era publicado un texto firmado por Johann Friedrich Agricola, compositor y organista de la época,  donde defendía la obra del finado maestro de los ataques de un tal Filippo Finazzi, cantante de la ópera de Hamburgo, diciendo:

“Él [ Finazzi] niega a su música [la de Bach] un efecto placentero para el oyente que no puede gustar unas armonías tan difíciles. Pero aun asumiendo que las armonías [las estructuras musicales] de este gran hombre sean tan complejas que no siempre consigan el resultado previsto, éstas, no obstante, sirven al deleite del genuino conocedor. No toda persona instruida es capaz de entender a Newton, pero quienes han avanzado con suficiente profundidad en la ciencia pueden entenderlo y encontrar enorme gratificación y beneficios reales leyendo su obra”

Me he tomado la libertad de citar a Wolff, porque creo que en esta ocasión estamos ante un concierto que podría encajar dentro de la descripción que realizó Agricola sobre la música de Bach.

El miércoles 29 de noviembre, dentro del ciclo Palau Bach tuvimos el placer de escuchar en un programa integrado en su totalidad por obras del cantor de Leipzig, una de las más célebres partituras escritas por él, me refiero: a la Ofrenda musical BWV 1079. Obra que pertenece al último periodo creativo de J.S. Bach y que nos presenta una cara poco visitada del maestro, la del músico sabio.

Los intérpretes eran de primera línea, Laura Pontecorvo a la flauta travesera, Andrea Rognoni y Antonio De Secondi a los violines, Marco Ceccato al violoncelo y coordinando todo desde el clave, el célebre director y clavecinista Rinaldo Alessandrini. Iniciaron el concierto con una sonata para flauta travesera y unos canons del mismo Bach, que cumplían la función de preparar al auditorio para la obra central del programa. Tras escuchar las primeras piezas arriba mencionadas, Alessandrini comenzó con la ejecución del  Ricercare a 3 voces para clave solo que da inicio a la obra. Ciertamente en algunos pasajes no estuvo todo lo fino técnicamente que nos tiene acostumbrados un artista de su nivel, pero, lo cierto es que en conjunto estableció ya el tono que guardaría toda la ejecución de la pieza. Era particularmente llamativo el sonido delicado, íntimo, con que todos los intérpretes trabajaban tejiendo los canons y fugas que integran la obra. El escucha moderno, acostumbrado a las grandes sonoridades, al embotamiento sonoro, tiene que verse sorprendido de súbito por esta invitación a lo quedo, lo reposado, lo íntimo, el universo de Bach ya simplemente en este pequeño detalle, comenzaba a quedar muy claro.

Cuando Bach aborda la composición de esta pieza lo hace desde una posición casi de reclusión interna. Fatigado cada día más por todas las obligaciones de su cargo en Leipzig, con una ceguera que llegó a ser total, cuando trabaja en su estudio, lo hace desde la distancia del mundo que lo rodea, y más aún, lo hace desde una postura estética muy diferente a la que sus contemporáneos aceptaban. El yo, propio de la modernidad se había instalado cada vez más en la mentalidad de las personas, y la música que se hacía ya en esa época, era diametralmente diferente a la que Bach escribía. A la verdadera música se le pedía, bajo este paradigma, que trasmitiera en una melodía perfectamente perfilada los sentimientos de las personas, la vida emocional del compositor y de sus escuchas. Un universo muy diferente del de Bach, que parte de una plataforma diferente, cuando considera a la música como una ciencia, sí, un arte, pero este arte se materializa en una ciencia musical, de la que él es un notable exponente, y que logra describir a través de sus obras, y sobre todo las de carácter especulativo, como la que nos ocupa ahora, la multiplicidad de formas y sustancias de las que está compuesto el universo mismo. La postura de Bach, entonces, es casi cósmica: ha dejado hace rato de pensar en la cotidianidad y ve al horizonte para expresarse. Cuando pensamos de este modo a Bach, es cuando entendemos la descripción que hacía Agricola de él en el texto arriba citado.

La base de la que parte Bach es muy clara: el contrapunto, o sea, la simultaneidad de melodías es la materialización de la armonía y de la perfección del universo, cuando Bach escribe una fuga o un canon, aplica esa ciencia que permite que escuchemos físicamente la unión de dos o más realidades sonoras, que de no seguir estas reglas, sería imposible que sonaran simultáneamente.

Queda claro entonces que a nosotros mismos, parados en nuestro siglo, esta visión nos quede muy lejos y necesitemos de un esfuerzo extra para disfrutar de un programa así. Cuando vamos a un concierto en la actualidad, lo hacemos desde el paradigma moderno, a que nuestra vida emocional aflore o sea estimulada, y no hay nada de censurable o malo en ello, es nuestro paradigma. Esto puede llevar a la desilusión de algunos escuchas, que asisten a escuchar La ofrenda musical o El arte de la fuga, esperando escuchar los Conciertos de Brandenburgo.

La interpretación fue de muy alto nivel, considerado que es una obra exigente ya no solo a nivel individual sino sobre todo, en lograr cohesionar la diversidad que arriba he descrito. Los cinco músicos dirigidos por Alessandrini demostraron no solo un altísimo nivel técnico, sino una inteligencia musical muy elevada, construyendo con mucha precisión la totalidad de la pieza.

Al final, tras una merecida ovación por parte del público que casi llenó el Palau, nos regalaron con un pequeño destello de luz, un ágil movimiento de la Tafelmusik de G.P.Telemann que concluyó un estupendo concierto, que si bien es cierto nos había elevado a dimensiones desconocidas, la brillante interpretación del conjunto italiano, le aportó un toque de fuerza y vigor propio de los músicos latinos.