Un plaisir absolu madame

Un plaisir absolu madame

Recuerdo que, por Navidad, en mi casa, cuando era muy pequeño, mi padre solía poner un disco cuya portada decía algo así como Grandes éxitos navideños de la música clásica. Aquello daba sabor de hogar, además de un toque de distinción a las reuniones familiares. En aquel estimado álbum había las más diversas piezas en su enésima versión grabada. Nada fuera de lo normal: obras que todos hemos escuchado hasta la náusea, pero que, en mi caso, contribuyeron a que mi gusto musical se forjara y aquella música se convirtiera en parte de mi cotidianidad.

Destacaban, entre ese grupo de obras que algún osado productor consideró aptas para incluir en un álbum navideño, la Música acuática de Haendel, junto con la Música para los reales fuegos de artificio del mismo compositor. El repertorio se complementaba con obras de Mozart y Corelli, por mencionar solo algunos ejemplos. Sin embargo, si había una pieza que desde siempre me fascinó, esa era el Aria de la Suite orquestal n.º 3 de Bach, con su hermosa melodía principal que lo envolvía todo, mientras un exquisito contrapunto en las voces inferiores tejía filigranas llenas de encanto y profundidad.

Aquel disco, cuando faltaron mis padres, se perdió irremisiblemente. Al ser un compendio tan variopinto, era casi un sueño imposible pensar en un concierto que reuniera en un solo lugar aquellas obras que, en mi niñez, le dieron tono y empaque clásico a mi Navidad. Sin embargo, la vida, que constantemente nos sorprende, me tenía reservada una agradable noticia: la clavecinista y directora Emmanuelle Haïm, al frente de su muy estimable grupo Le Concert d’Astrée, daría una gira por varias ciudades españolas en el mes de diciembre, presentando un programa precisamente integrado por varias de esas entrañables obras.

 

Así, el pasado 11 de diciembre, en el Palau de la Música, se presentó una de las personalidades más importantes del mundo de la “música antigua”. Haïm inició la velada con laSuite en re mayor, HMV 349de laMúsica acuática haendeliana, para concluir la primera parte con laSuite orquestal n.º 3 en re mayor, BWV 1068, de J. S. Bach. Tras un breve descanso, remató la velada con laSuite en fa mayor, HWV 348de laMúsica acuáticade Haendel y culminó el concierto con la imponenteMúsica para los reales fuegos de artificio, HWV 351, del mismo compositor británico

Hacía mucho tiempo que no disfrutábamos en esta ciudad del extraordinario trabajo de Emmanuelle Haïm ni del sonido tan profundamente francés de suConcert d’Astrée. El programa elegido, pese a encajar en lo que podríamos llamar un concierto “para todos los públicos” por la belleza y la alta factura de cada pieza, y sobre todo por la rotundidad de su mensaje, encerraba riesgos que solo los más entendidos lograban percibir. Las cuatro suites que tanto hemos disfrutado los melómanos desde grabaciones —como aquel disco seudo navideño de mi infancia— utilizan trompas y trompetas naturales, instrumentos notoriamente poco fiables en cuanto a afinación en un concierto en vivo. Se requieren intérpretes muy experimentados para abordar un programa de este tipo con ciertas garantías de calidad.

La noche del 11 de diciembre, en el Palau, salvo alguna nota aislada que pudo sonar algo desafinada, los músicos del Concert d’Astréeofrecieron una verdadera cátedra de musicalidad y dominio técnico ante un desafío de tal magnitud.

 

Emmanuelle Haïm dirigiendo Le Concert de Astrée en el Palau de la Música. A. BOFILL / BCN CLÀSSICS

 

 

En el caso de las tres piezas de Haendel, estamos hablando de obras escritas para el servicio de la corona británica en momentos históricos concretos. Nunca debemos olvidar que muchas de las grandes obras que hoy reverenciamos fueron pensadas y pagadas por el poder, para uso de ese poder y sus representantes. El arte, en ocasiones, no es tan puro como algunos nos han querido hacer creer.

Por ejemplo, las suites de laMúsica acuáticafueron concebidas para acompañar al primer rey de la casa de Hannover, Jorge I, mientras navegaba con su comitiva por el Támesis, en una aparición pública diseñada para acercar al monarca a su pueblo. La música es perfecta para la ocasión: impactante y solemne, proporcionando un marco incomparable para presentar ante los londinenses a un rey que apenas había llegado al trono, que no hablaba inglés y que vivía de espaldas a sus súbditos. Años después, el hijo de este primer Hannover ascendió al trono británico como Jorge II. Tras ganar la guerra de Sucesión Austriaca, principalmente contra Francia, en 1749 firmó el Tratado de Aquisgrán y quiso conmemorar la ocasión encargando a Haendel —¿quién más?— una música que ensalzara el nombre de Gran Bretaña. Aunque los fuegos artificiales de aquella celebración terminaron descontrolándose, la música, como siempre, fue un éxito rotundo.

En cuanto a laSuite orquestal n.º 3 de Bach, estamos hablando de una obra que pertenece al género de la “ouverture a la francesa”, un estilo que Bach cultivó poco, pero en el que nos dejó cuatro suites simplemente maravillosas. Estas piezas combinan la jovialidad y la energía con la inspiración melódica de raíz italiana y el profundo conocimiento armónico y contrapuntístico germano. En concreto la tercera de estas suites, que es la que escuchamos la noche del día 11 de diciembre, cuenta con  el Aria, segundo movimiento de la suite.  pieza celebérrima donde las haya,  y que ha deleitado a millones de personas en todo el mundo.

Aunque las cuatro obras del programa fueron compuestas en tiempos y circunstancias muy distintas, hay un hilo conductor que las vertebra y da coherencia al concierto: la innegable influencia de la tradición musical francesa, que rezuma en todas ellas. Es precisamente aquí donde reside el gran valor de la interpretación de Emmanuelle Haïm y Le Concert d’Astrée, una autoridad en este repertorio.

Tanto Haendel como Bach, cuando escribieron las obras de este repertorio, lo hicieron respetando los usos y las maneras de la tradición orquestal francesa del momento que había surgido con Lully no hacía demasiado tiempo en la corte del Rey Sol. Cierto, cada compositor  adaptó este acervo y lo integró  a su estilo de una manera singularísima y genial. Este proceso de integración de las diferentes escuelas del momento, es lo que hace que las piezas de estos maestros sean tan potentes y robustas.

Emmanuelle Haïm dirigiendo Le Concert de Astrée en el Palau de la Música. A. BOFILL / BCN CLÀSSICS

 

 

Para un público lego en la materia, lo mismo da un conjunto inglés, italiano que francés, pero una orquesta por ejemplo como Le Concert d’Astrée con una bagaje cultural y musical bien diferenciado, las tradiciones interpretativas, las maneras de ornamentar y de resonar los instrumentos pesan y mucho.

Emmanuelle Haïm  no solo conocé a la perfección este repertorio, si no que lo ama profundamente y en consecuencia lo defiende con una vehemencia sencillamente maravillosa. Verla en el pódium puede ser leído de muchas maneras, pues su gestualidad está libre de todo atavismo snob que  la limite. Es pura espontaneidad y emoción en el escenario.  Ella busca guiar, compartir la emoción de esa música que tanto significa para ella y sus compañeros músicos. El resultado es una lectura docta y bien mesurada , basada en sólidos conocimientos y anclada en la más profunda tradición, pero con esa chispa de la que tantos adolecen y que muchos más le envidian  a esta fantástica directora.

Verla hacer música tan libre , tan espontánea y tan dueña de la situación hace que algo muy dentro de ti se reconcilie con el aquí y el ahora. Es vivencia en estado puro.

Era imposible no salir con una gran sonrisa de la sala del Palau aquella noche. El sueño de escuchar aquellas obras que en mi infancia yo había relacionado con la navidad, se hizo realidad en un concierto sencillamente fantástico. Feliz navidad a todos y muy feliz año nuevo con más música. Seguimos.

 

 

Fotografías cortesía de bcn classics. Fotógrafo Antoni Bofill

 

 

 

 

Élégance et raffinement

Élégance et raffinement

Teniendo como marco el Palau de la Música de la ciudad de Barcelona, se presentó el pasado 15 de febrero una de las agrupaciones más queridas de casa nostraLe Concert des Nations, dirigidos por su fundador, el  maestro Jordi Savall. Con una sala casi llena, el programa anunciado estaba integrado por tres obras que giraban en torno de la danza barroca y el estilo a la francesa.  Así, en la primera parte, pudimos escuchar de J-F. Rebel la música para el ballet “Les éléments” concluyendo esta sección de la velada, con la Suite núm.1 de Fa mayor de la Música Acuática de G.F. Haendel. Tras un breve descansó el concierto continuó con la música para el ballet de C.W.Glück “ Don Juan” 

Una de las grandes aspiraciones del arte en el siglo XVIII, era que el arte imitara de la manera más perfecta posible a la naturaleza. Los músicos se afanaron para que su auditorio, sintiera como los ríos corrían o los pájaros cantaban al escuchar muchas de sus obras. Los maestros franceses pusieron un particular énfasis en lo anterior y así,  tenemos un amplio catálogo de representaciones de fenómenos naturales firmadas por autores galos.

Dentro de esta lista, destaca mucho por la enorme fortuna en su empeño por emular el momento en que los elementos se unieron en un orden perfecto, dando como resultado nuestro mundo, la obra de J-F. Rebel “ Les éléments” .

El mismo Rebel, que publicó la obra en París después de su estreno en el Palacio de la Tullerías, escribió un interesantísimo prólogo explicativo donde detalla cómo, por ejemplo,  los  movimientos brillantes, rápidos y vivos en los violines, describirían al fuego, o cómo, cascadas ascendentes y descendentes en las flautas nos pintarían el ir y venir del agua.

Pero donde el ingenio de Rebel se agudizó en grado sumo,  fue cuando decidió, que la mejor manera de describir el caos, era hacer sonar todas las notas de la escala de re menor simultáneamente, dando como resultado, el que quizás sea el primer clúster de la historia.

Savall abordó con absoluta naturalidad las obras anunciadas . No es algo nuevo para nosotros verle muy cómodo y como en casa con un repertorio de vena francesa. Solo hay que recordar sus innumerables registros de autores como Couperin, Lully o Rameau. Savall entiende muy hondamente el alma del arte francés de la época y logra transmitir, ya sea a la viola da gamba o dirigiendo a sus diferentes agrupaciones, el gusto y el refinamiento que esta escuela requiere. Con Rebel, heredero natural del gran Lully la orquesta se mostró suelta y natural, llegando por momentos, a tener la impresión de verles tocar en el salón de casa con pijama y pantuflas gracias a la naturalidad con que todo sonaba. Los músicos de Le Concert des Nations llevan muchos años visitando esta manera de entender la música y el resultado es simplemente magnífico.

La suite escogida por Savall de la famosa Música Acuática fue la llamada suite de los cornos, por evidentemente contar con estos instrumentos en la plantilla orquestal. Haendel trazó este conjunto de partituras, para dar lucimiento a una serie de apariciones públicas efectuadas por el Rey Jorge I, antiguo príncipe de Hannover y ex patrón del compositor en el principado, que había heredado el trono británico, en una carambola de esa que solo las familias reales son capaces de entender.  El nuevo rey tenía un tremendo inconveniente para muchos de sus nuevos súbditos: no sabía inglés, ni estaba en absoluto familiarizado con nada que tuviera que ver con sus nuevos dominios. Para los británicos, era un alemán repelente, al que no querían en el trono. Un extraño que incluso, tenía para mayor escarnio público, solo amantes alemanas y no británicas (que siendo rey, majestad, la política lo impregna todo, caray) hasta esos límites de desconsideración habían llegado las cosas.

Haendel recibió el encargo de poner música que sirviera para ornar el paseo que su británica majestad quería hacer en junio de 1717, para que su pueblo lo conociera de cerca y en una de esas lo quisiera un poquito. El plan era que Jorge surcara el Támesis saliendo del Palacio de Whitehall ahora desaparecido y se dirigiera hacia Chelsea, almorzara en algún emplazamiento preparado ahí y de nueva cuenta, regresara por el mismo camino. Al parecer, tal iniciativa tuvo bastante éxito y los paseos por el Támesis se repitieron durante varios años.

La música es simplemente deliciosa, llena de potencia y un brillo por todos conocidos. Haendel, supo perfectamente proporcionar la música requerida para dar notoriedad a un rey prácticamente desconocido por su pueblo, y que este pudiera aparecer dignamente ante ellos.  En particular, la primera suite, que fue interpretada la noche del día 15 de febrero, cuenta en la plantilla orquestal con dos trompas, que tienen en esta obra uno de esos momentos en que tienen que aplicarse a fondo. Cualquier pequeño error puede dar pie a una catástrofe que se escuchará en toda la sala. Los músicos de mayor experiencia, y Savall cuenta con dos espléndidos intérpretes, al sentir la posibilidad de alguna desafinación, suelen ahogar la nota defectuosa o disimular lo más posible, sacrificando brillo, pero mimando mucho más el resultado final. Este fue el caso que nos tocó escuchar el pasado miércoles en el Palau, en que si bien las trompas, no brillaron en toda su majestuosidad, si tocaron con mayor seguridad y pudimos disfrutar de una buena lectura de toda la suite.

El caso del ballet pantomime Don Juan de Glück fue también paradigmático, pues fue abordado desde el más escrupuloso respeto del estilo clásico. Los fraseos fueron elegantes y naturales, y en general, el balance de la orquesta fue simplemente espléndido, marcando una diferencia estilística notoria con respecto a las obras de la primera parte. Algunas agrupaciones suelen naufragar en este punto y tocan casi del mismo modo un Rameau y un Mozart, sin distinguir en las arcadas o los ornamentos y la manera en que hay que hacerlos en una u otra época. Savall cuidó mucho esa parte y pudimos escuchar, como ya apunté anteriormente, una clara diferencia entre el mundo barroco de la primera parte del programa y el mundo clásico de la obra de Glück.

Digno prolegómeno del Don Giovanni de Mozart, el Don Juan de Glück culmina con  la famosa “Danza de las furias” que en la interpretación del maestro Savall, hizo vibrar al público congregado aquella noche, que justo al terminar  la lectura de este pasaje, ovacionó de pie durante largo rato a los artistas.

Savall se sabe querido por su gente y agradeció visiblemente emocionado por el cariño recibido, tomando la palabra brevemente para anunciar una pequeña propina que fue una danza de Rameau, en que el público fue invitado a participar dando palmas en los momentos en que el maestro lo indicara.

Huelga decir que la audiencia terminó la velada más que satisfecha, renovando el infinito cariño y respeto que se le tiene al maestro Savall y a todo su incansable trabajo. Quedamos a la espera de nuevas aventuras musicales encabezadas por este admirado maestro. Seguimos.