Hace unos días una querida amiga me preguntaba sobre cual me parecía a mí, el más grande “genio”  de la historia. Confieso que mi primer impulso fué decir, “Mozart” pero el recuerdo, del que mi pareja, cariñosamente ha bautizado como “papá Bach”, me lo impidió. Es indudable que la genialidad habitaba en Mozart, una genialidad casi milagrosa, (de ella ya hablaremos en próximos post), pero, Bach… ¿Entra en lo que conocemos como un  “genio”?

El concepto de “originalidad del genio” es muy posterior a Bach. La primacía de esta espontaneidad individual sobre las reglas establecidas no es factible para Bach. Su planteamiento, es diametralmente  distinto, porque está basado en la tensión y perfecto equilibrio entre, la defensa de los preceptos objetivos de la ciencia musical, (por él comprobados) y la búsqueda de unas metas subjetivas propias, que, al alcanzarlas, hacen que sus obras pasen, de ser meros ejercicios de contrapunto, a acabadas obras de arte. Manifestaciones del alma humana.

Al conocer tan profundamente la música, sabe y escribe con sabiduría extrema para cualquier conjunto musical. En cada nota se adivina una razón para ser colocada en su sitio. Su método no es el de prueba y error, como lo fue el de por ejemplo Beethoven. Bach, pertenece  a esa estirpe de músicos que podríamos llamar «sabios», como Mozart, Bruckner o Ravel, que sostenidos por un conocimiento del fenómeno musical, escriben desde la vivencia profunda  de la misma música  y no desde el reto a sus límites. Su propuesta  proviene desde dentro de la música y no intenta más que comunicar su mensaje, por eso en la obra de un maestro de esta estirpe, el alma humana se muestra con mucho brillo.

Por otra parte, para él, la idea de la perfección musical incluye el objetivo de ejecución perfecta. A resultas de haber crecido en una familia de músicos, su nivel de profesionalidad era altísimo  y solicitaba de  sus colegas y alumnos lo mismo. Hacer algún tipo de concesión en esto, era del todo impensable. Con mucha frecuencia su exigencia extrema, forzó los límites  de la interpretación de su tiempo. Este rango se ve ya en Bach desde muy joven en obras como la célebre  «Toca  y fuga en Re menor», que muestran, el alto nivel de virtuosismo que el jovencísimo  músico había logrado con tan solo 17 años. Muchos años después, al referirse en concreto a esta obra, el maestro la desestimó, por  considerarla  impetuosa, y  con falta de madurez y orden. Lo que para muchos es una obra maestra, para Bach son solo los primeros pasos de un camino que lo llevaría muy lejos.

Al conocer tan bien el arte musical, cada nota escrita por su pluma, no solo está colocada en su lugar justo, sino que además, al ejecutante le ofrece en cada obra, la oportunidad de pulir su técnica interpretativa, corregir posiciones o ampliar su destreza. Todo en él enseña o demuestra algo de lo que aprovecharse.

Como su música representaba  ya desde casi después de su muerte la idea de perfección musical de una manera tan sorprendente  y paradigmática, muy pronto pasó a constituirse en modelo ideal. La ejemplaridad de sus fugas para teclado y sus corales a cuatro voces  en particular, fue reconocida casi de inmediato. Pero lo que selló la importancia histórica de su arte, es la singular combinación entre el Bach citado como autoridad en los tratados de composición musical de finales del siglo XVIII  y su influencia directa sobre el clasicismo vienés, en particular sobre la obra de Mozart y Beethoven.

El poderoso final de la sinfonía “Júpiter” de Mozart es impensable sin la influencia de Bach. Una de la obras cumbres de la literatura sinfónica como es la «9º sinfonía» del genio de Bonn, debe a Bach, las bases en las que se asienta, sobre todo su  apoteósico movimiento final, lleno de fugas e intrincados pasajes  contrapuntísticos.  La música de Bach engendró la teoría y la expresividad de la que generaciones de músicos se han alimentado.

Para termina, me permito trascribir el emocionado homenaje que en 1802 hizo  el maestro Johann Nicolaus  Forkel, en su  biografía de J.S.Bach. Esta fue la primera obra escrita sobre la vida del maestro. Contando con la ayuda de los hijos, aún vivos de Bach, refleja  la admiración que los músicos de su generación sienten por la figura de J.S.Bach:

”Gracias a este espíritu genuinamente artístico, Bach unió a su gran y elevado estilo la elegancia más refinada y la mayor precisión de las partes individuales que componen el gran todo, lo cual  no se juzga tan necesario en el caso de aquellas obras cuyo único objetivo es agradar. Pero él consideró que el todo podía no ser perfecto si faltaba algo en la precisión perfecta de las partes; y, por último, cuando a pesar de la tendencia principal de su genio hacia lo noble y lo sublime, Bach en ocasiones compuso e interpretó cosas alegres e incluso jocosas, su alegría y sus bromas nunca dejaron de ser las de un sabio.

Por medio de esta unión  del genio más grande con el estudio más infatigable, Johann Sebastián  Bach fue capaz de extender tan ampliamente las fronteras de su arte en cualquiera de los caminos que siguió, que sus sucesores no han conseguido mantener en su completa extensión esos anchos dominios; y fue también lo que le permitió producir obras tan numerosas y perfectas, que todas ellas son, y serán siempre, ideales fieles e imperecederos modelos de arte.”