En nuestra sociedad moderna, donde casi todo es tomado como un producto susceptible de ser vendido o adquirido, la coherencia ideológica es algo que escasea cada día más. Las ideologías son cada día más difusas, todo es relativo, y quizás, lo único que es constante sea como bien dijo Groucho Marx: » Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.»
Tengo que confesar que ante tal postura, me siento profundamente descorazonado.
Esta suerte de nihilismo en el que vivimos, donde ni tan siquiera es cada uno como individuo el que elige su propio destino, su propia ética al modo nietzscheano, si no más bien, donde se reacciona ante lo que viene de fuera. Si las circunstancias me lo imponen, soy capaz con tal de vivir en paz y tranquilo, de apoyar o hacer al menos caso omiso, a verdaderas tropelías que pueden estar pasando frente a mi puerta.
Es más, hace no demasiado leí en la prensa una frase que me pareció tremenda «Los moderados vivimos más». A primera vista, esto parece una defensa del famoso centro político, pero, si le damos otra pensada, hay perturbadoras implicaciones, la del que se acomoda a la mejor sombra disponible.
Cuando descubres que esta tibieza ha llegado a sectores que, tradicionalmente han tenido una implicación total con la sociedad, en la lucha contra clamorosas injusticias a lo largo de la historia, el alma se te cae al suelo. Y sí, pienso en los músicos, y no en cualquier colega, si no en los que son las cabezas más visibles.
Toscanini se negó a dirigir tanto en el festival de Salzburgo como en el de Bayreuth bajo el poder Nazi. Tomó la misma decisión en 1931 frente a Mussolini y no dirigió “ La Giovinezza” en un acto público. El incidente le costó el que Mussolini estuviera a punto de retirarle la nacionalidad italiana. En esos años, tanto el fascismo como el nacismo eran vistos como perfectamente estables y enfrentarte a ellos de este modo era casi suicida. La coherencia que mostró el maestro en momentos tan difíciles, habla del ser humano que se escondía tras los gritos y el mal humor que vemos en Arturo Toscanini.
Aquí mismo, Pau Cassal, se negó a tocar en público mientras las democracias occidentales no cambiasen de actitud ante el gobierno de Franco. Y no solo eso, si no que mantuvo una actividad tremenda en la defensa de la libertad y la democracia.
Hace muy poco tiempo, Jordi Savall, se negó a aceptar el Premio Nacional de Música 2014. En un interesantísimo mensaje, detalla sus razones para tal decisión, y dice textualmente, que no puede aceptar el premio para «no traicionar sus principios y sus convicciones más íntimas», puesto que la distinción procede de la principal institución del Estado responsable del «dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y la promoción del arte y de sus creadores». El maestro Savall entiende que, de aceptar el premio, avalará con su prestigio tal política.
Si seguimos buscando, encontraremos cientos de músicos, mucho más modestos, que se han resistido al medio y han dado un paso al frente, denunciando hechos, políticas injustas o regímenes criminales y genocidas.
Resulta como mínimo sorprendente, ver como figuras que son moralmente claves por su posición social y comercial, hacen ojos ciegos a una realidad terrible que está pasando frente a ellos y que reclama cada día más que se posicionen frente a ella.
Gustavo Dudamel, la nueva estrella de la dirección orquestal, lleva demasiado tiempo guardando silencio sobre lo que está pasando política y socialmente en Venezuela. En una columna de Los Ángeles Times Dudamel se defiende diciendo «No soy ni un político ni un activista» «Si me alineo con una filosofía política o con otra, entonces, por extensión, podría politizar ‘El Sistema’. Eso podría convertir un programa exitoso en un saco de boxeo político y hacerlo mucho más vulnerable a los caprichos políticos. ‘El Sistema’ es demasiado importante (…) y debe mantenerse por encima de las luchas».
El sistema al que se refiere Dudamel es bien conocido por todos los amantes de la música como el semillero de grandes talentos musicales en Venezuela.
Desde 1975 ha realizado una labor tremenda, que me temo, por las palabras de Dudamel , está en entre dicho, o al menos amenazada, por un muy evidente chantaje ideológico del gobierno de turno. Lamentablemente para él, es imposible ponerse de perfil sin que la historia con los años le pase una factura muy alta.
A Wilhelm Furtwängler la mancha de haber callado y haber girado la cabeza para otro lado ante el régimen nazi aun ensucia su innegable legado artístico; a Dudamel esta posición lo perseguirá toda su carrera. Ante cosas tan importantes como las que están pasando en el país andino, alguien que es todo un símbolo para muchos venezolanos no puedo permanecer callado dando la sensación de dejar abandonados a miles de personas. Muchos ya hablan de traición, creo que son calificativos gruesos, duros. No dudo de la buena intención de Dudamel, pero me parece que no está logrando colocarse a la altura de su responsabilidad moral tal como lo hicieron los maestros del pasado, que no solo eran grandes músicos, si no también tremendos seres humanos, comprometridos con unos valores muy profundos,quizás allí, es donde estribe la diferencia entre ambas generaciones.
Gran reflexión… Como siempre, es un placer leerte 😉
Que puedo decir viniendo de quien viene tan lindo comentario, solo, mil gracias.
Es difícil en general regirse por una ética y una moral coherente y constante cuando lo más preciado en la sociedad actual parece ser conquistar el éxito (sea lo que sea esto) a toda costa. Por otro lado me pregunto hasta qué punto podemos demandar que un gran artista sea a la vez una gran persona. Si no lo es ¿mengua el valor de su obra o la excelencia de su creación?
Discusión farragosa pero muy apasionante es la que propones, sí señor. Creo que el arte nace de lo más profundo del ser humano, de eso que nos hace ser seres humanos, y esto generalizando mucho, porque entraríamos con disquisiciones filosóficas. Al nacer de esta tan íntima base se espera de un gran artista una actitud, como mínimo, ética. Ahora bien, en este caso Dudamel no es un creador, el recrea la obra de otro y si entramos en qué tipo de interprete es, entraremos en zonas muy farragosas. Un saludo Daniel.
«Responsabilidad moral»,»compromiso», «coherencia», «ética», grandes palabras que por su dimensión parece que conciernen más a quienes están en el primer plano de la fama a los ojos del mundo.Los artistas,los intelectuales, los músicos con un nombre y una carrera a sus espaldas¿deben comprometerse más que el pobre asalariado que con su talante conformista defiende tal vez su supervivencia y la de su familia? Se dirá que sí porque la voz de los famosos se escucha en todas partes y entonces su responsabilidad es mayor. Pero no olvidemos que los grandes artistas tambien son seres humanos, con posibles debilidades, cobardías y pequeñas infamias. Quién esté libre de pecado…
Efectivamente los artistas e intelectuales son humanos como el que más. Todos con sus zonas oscuras y contradictorias. Pero creo que en este caso no estamos hablando de eso, Por qué lo único que se le pide a Dudamel es que diga su opinión, misma que obviamente está secuestrada por toda una serie de pactos y tratos que han construido su “meteórica” carrera. Toscanini arriesgo infinitamente más al enfrentarse a Mussolini con una actitud abiertamente rebelde, Dudamel no puede ni opinar. Creo que el arte y sobre todo la música surge desde lo más profundo y mejor de cada uno de nosotros, es lo que hace que la belleza de un sonido sea realmente solo el trasmisor de algo mucho mayor, la verdad misma. ¿Qué verdad? Eso cada uno lo sabe en su fuero más íntimo.
¿Por qué, a veces, lo seres humanos estamos hablando de lo mismo y parece que no nos entendemos? De acuerdo, la música, según la famosa cita de Fausto Murillo, «es sólo la verdad». La música es sublime, mágica, grande pero no hace grandes a quienes la escuchan, a quienes la aman ni siquiera a quienes la «hacen». Su verdad es tal que trasciende más allá de nosotros mismos como algo que nos ha sido prestado, igual que nuestro cuerpo y nuestra mente, para que gocemos de ella toda la vida y, posiblemente, un dia tengamos que devolver.
Un placer leerte querida Carla.