«El mejor» (I)
Es curioso como a un mismo evento, dos personas pueden darle una lectura absolutamente diferente. Me ocurrió hace algún tiempo con un estimado alumno, en un concierto en el Palau de la Música. Aquella había sido una gran velada. Aquel distinguido artista había realizado un memorable concierto y había conmovido en extremo nuestra almas. A la salida, en las inmediaciones del bar del Palau vi la imagen del mencionado alumno, que al reconocerme, contestó a mi saludo e hicimos por contactar. Yo le manifesté mi absoluto entusiasmo por lo vivido hacía unos pocos minutos y él se unió a mi apreciación, pero, lo hizo con un velo de cierta tristeza que me sorprendió. Seguimos charlando entusiasmados y cuando llevábamos ya un rato, me confesó : “me ha gustado tanto, que me ha hecho preguntarme sobre lo que estoy haciendo en el piano”. Aquello me dejó frío cuando lo escuché. El chico continuó explicándome que estaba muy frustrado, porque se había dado cuenta de que él jamás tocaría así de bien. La sensación de estar perdiendo lo invadia, pues sentía que jamás lograría ni el nivel técnico, ni mucho menos el musical, de aquel celebérrimo artista del que habíamos disfrutado un espléndido concierto. Al final, incluso deslizó la idea de dejar el piano.