Mi generación creció jugando con las figuras de Star Wars. Con 8 años, aún recuerdo que mi petición a los reyes fue que me trajeran “El halcón milenario”. Lamentablemente, mis reyes fueron antibelicistas y solo recibí de extranjis, vía mi añorada hermana, un C-3PO. Mi historia con la saga se cortó abruptamente tras la decepción real.
Años después, vinieron los conciertos con la música de la película interpretada por la orquesta de mi ciudad, la Filarmónica de Querétaro.
Recuerdo que me impresionó muchísimo la fuerza, la originalidad y la riqueza de timbres de aquella banda sonora. En aquellos años estaba ya estudiando composición y me maravilló la orquestación de Herbert W. Spencer, solvente, perfectamente balanceada, aprovechando cada sección de la masa orquestal para dar aún más fuerza si cabe, a la música de John Williams.
Ya trabajando como asistente en la misma orquesta, me tocó estar del otro lado, tocar en la orquesta. Fui por ejemplo, uno de los músicos de la taberna, un breve, pero divertidísimo trozo musical, que yo recién salido del conservatorio toqué muy asustado por que el tempo era muy rápido y me preocupaba mucho equivocarme. Compresible si pensáis que yo era un pipiolo de 22 años y compartía escenario con músicos muy bregados que me veía con cara de ¿A este pobre desgraciado que le pasa? La fuerza tremenda que la orquesta trasmitió aquella noche al iniciar el concierto, se mezcló con las imágenes de mi infancia , y son uno de esos recuerdos guardados como tesoros en mi alma.
Hace unos días tuve la oportunidad de ver la nueva entrega de la saga; tras recibir un concienzudo seminario sobre el universo Star Wars a cargo de unos entrañables amigos. Y quizás debido a mi lejanía con el tema me llamó de nueva cuenta la estupenda banda sonora. Acostumbrado a música sin mayor peso asociada a películas de cierto éxito y habiendo olvidado mis experiencias con la obra, aquello fue muy grato para mí. No me pareció una música, dijéramos de relleno, muy por el contario la partitura a mi entender está brillantemente escrita, como no puede ser de otro modo si John Williams está a cargo.
Sus raíces se hunden en varias fuentes. Un marcado aroma a la maravillosa tradición tardo romántica inglesa lo impregna todo. Holst y Elgar son autores que a mí me parecen francamente evidentes. Es imposible no escuchar la potente entrada de la película y no recordar por ejemplo a “Los planetas” de Gustav Holst.
El huso que hace de los metales, en concreto sobre todo en las fanfarrias tiene la marca indiscutible de Elgar, esto solo por nombrar lo elementos mas obvios.
Por otro lado la influencia de Richard Strauss es clara, sobre todo en la manera que tiene de manejar las secciónes de la orquesta. Es maravilloso escuchar como conecta unas con otras, como entremezcla los motivos y los descompone muy hábilmente. Williams demuestra absoluta maestría en lo depurado de su técnica orquestal, aprovechando muy inteligéntemente cada sección , sumando sonoridades, donde la potencia de una no solo no tapa a otra, sino que más bien las enriquece tímbricamente.
Cómo habrán podido juzgar en la líneas que abren este post, estoy libre de toda sospecha de ser un forofo apasionado de la saga; algo que podría sesgar mi juicio sobre el tema. Pero sinceramente me parece que la banda sonora es un elemento indispensable de la película. Sobre todo y esto fue muy grato para mi descubrirlo, por la utilización de la técnica operística del leitmotiv, asociada ésta principalmente con Richard Wagner, y que consiste en que una melodía distinguirá a cada personaje, escenario o situación específica. Así por ejemplo uno escuchaba el llamado “Tema de la fuerza” y sin ser nombrada incluso, uno sabía perfectamente que estaba sucediendo en ese momento. Como si de una obra de Wagner se tratara, la música es un elemento fundamental en la trama que se nos cuenta. Es el aglutinador de la accion dramatica, sin ella, muchos momentos de la misma, no solo es que perderían emotividad, si no que serían imposibles.
Seguramente es una deformación profesional, pero confieso que cuando veo una película con una banda sonora de estas características, me han robado la mitad del corazón. No soy quien para juzgarla, por que como se dice, “Doctores tiene la iglesia”; pero sin empacho ninguno, ya solo por la maravillosa música que escuché aquella noche, valió la pena ver la nueva entrega de la saga, sobre todo porque me hizo soñar con galaxias, muy, muy lejanas.