Aún recuerdo con cierta nostalgia la primera vez que tuve oportunidad de escuchar una obra barroca tocada con instrumentos de la época. No recuerdo bien el dato, pero tendría yo no más de 12 años, y en la radio cultural que se escuchaba en casa, anunciaron el «Stabat Mater» de Pergolesi, interpretado por N. Harnoncourt. Aun me emociono cuando traigo a mi memoria ese primer contacto, porque recuerdo que me pareció una absoluta revelación; una obra que había escuchado muchas ocasiones en mi infancia, cantada a la manera romántica, y que he de confesar, me aburría soberanamente, de súbito, sonaba tan llena de vida, impregnada de tanta luz y al mismo tiempo cargada de un dramatismo que jamás había percibido en ella. De repente, me volví un converso irredento de esta manera de hacer música y nombres como los de Harnoncourt, Leonhardt y Hogwood se convirtieron en estelares en el olimpo de mis afectos musicales. 

Huelga decir, que, a mi llegada a Europa, estas tierras se convirtieron en el Edén para un enamorado de lo que ahora se llama “interpretaciones históricamente informadas”. El número de grupos que se dedican a trabajar de manera consistente de esta manera no deja de crecer y todas las grandes escuelas y conservatorios del continente, cuentan con un departamento dedicado a la “música antigua”, a ello se unen centros como la gran Schola Cantorum Basilensis, que es, sin lugar a duda, uno de los grandes referentes dentro de este apasionante mundo de la música antigua. Ahora bien, los grandes iniciadores de esta manera de hacer música han desaparecido y actualmente son J. E. Gardiner, T. Koopman, W. Christie, P. Herreweghe o R. Jacobs entre otros grandes nombres, los que más brillan y son un referente dentro de este mundo. Pero todos estos maestros, actualmente han tomado una providencia que la anterior generación no tomó. Todos los maestros mencionados anteriormente, han fundado sus propios grupos y orquestas, han arriesgado incluso en la empresa su propio dinero y han unido su destino personal a la fortuna de estos grupos. En el pasado, era muy frecuente ver como orquestas y grupos de gran calidad musical y que eran dirigidas por un músico celebre, al desaparecer este maestro o se desintegraban o perdían notoriedad, eran grupos demasiado mimetizados con la figura carismática que los había fundado. Para superar este problema, esta segunda generación de directores ha decidido nombrar un director asociado, un músico joven y con carrera prometedora, que dé nueva vida al grupo. Con esta decisión, además, garantizan la consolidación de la agrupación independientemente de sus directores fundadores, pasando de ser solo un grupo musical en torno a un gran músico, a casi una institución estable y referente dentro de la música antigua.

En estos años, los músicos que han decidido formarse en la tradición histórica, se han beneficiado de todo el conocimiento recuperado por las generaciones anteriores. Actualmente, tenemos en los escenarios mundiales, grupos primorosamente formados y que garantizan la continuidad y la calidad dentro de la interpretación de las obras. Es el caso del grupo “Arcangelo” que el pasado miércoles 16 de enero se presentó en la sala Pau Casal del Auditori Barcelonés. 

Arcangelo, es un grupo británico que, con tan solo 8 años de trabajo, se han hecho ya con un lugar destacado en el universo de la música antigua. Su director y fundador es el también británico Jonathan Cohen, que está realizando una brillante carrera internacional. Así, por ejemplo, entre su cada vez más apretada agenda no solo trabaja con regularidad al frente de su orquesta, sino que es además, director adjunto de Les Arts Florissants una de las más importantes orquestas, lo que nos habla del prestigio que acompaña a este talentoso músico. 

El programa estaba integrado por 5 obras del periodo barroco, destacando mucho el famoso “Stabat Mater” de G.B.Pergolesi. A la orquesta se unían la soprano Emöke Baráth y el contratenor Maarten Engeltjes y ya desde el inicio del concierto, era claro que se estaba ante una orquesta de altísimo nivel. Con un sonido delicado y una precisión en cada fraseo y en cada articulación, la orquesta dio cátedra de musicalidad y buen gusto. Todo estaba perfectamente trabajado y en el justo lugar y proporción que tenía que guardar en relación con el todo. Cada gesto, cada nota, estaba donde tenía que estar, lo que permitía que la música fluyera con una belleza por momentos conmovedora. La maestra Baráth cuenta con un timbre vocal maravilloso, lleno de armónicos y que corre con dulzura por la sala. A ello, se une una técnica espléndida y sobre todo, un buen gusto y un saber hacer en cada momento; estamos ante una soprano que va construyendo una espléndida carrera. El contratenor holandés Maarten Engeltjes posee un timbre que, aunque pequeño, está muy bien trabajado, puede llegar a sufrir un poco en el registro grave, al no ser muy sonoras sus notas, pero una estupenda técnica hace que pase con total naturalidad por todos los registros de su voz dando una fluidez y una naturalidad a su línea de canto. 

La interpretación del mencionado “Stabat Mater” fue realmente memorable. A la brillante voz de la maestra Baráth, se unía la densidad que imprimía Engeltjes en los números que compartían, todo esto acompañado con una elegancia y una discreción maravillosas por una orquesta que siempre estuvo en el lugar justo.  

Recordé la emoción que viví en mi pubertad, cuando escuché por la radio esta misma obra. En esos momentos, fue la novedad de algo realmente brillante lo que me emocionó, pero lo que en esta ocasión me pareció maravilloso, fue como un grupo de verdaderos artistas pueden conmoverte y hacer que escuches una obra que conoces perfectamente, como si fuera la primera vez. Esto es saber hacer música de verdad. Seguimos. 

23 de enero de 2019