Oportunidad o ruina absoluta

Oportunidad o ruina absoluta

Que Barcelona es una ciudad donde se disfruta y se hace muy buena música, es algo que nadie discute. Al ser una ciudad europea cosmopolita, las posibilidades de poder disfrutar de las más variadas músicas del mundo son enormes. Barcelona cuenta con una larga tradición musical, que se ha ido configurando muy lentamente y que muestra cuan variadas han sido las influencias que la han ido conformando como sociedad. No podemos hablar de una construcción monolítica, pues pese a ser la orgullosa capital de Cataluña y guardar en su más íntimo ser hermosas obras tradicionales, podemos encontrar muchas otras manifestaciones musicales que ya forman parte muy arraigada de la identidad barcelonesa.

Una de estas músicas es la mal llamada “música clásica”, o más brevemente, “la clásica”. Barcelona ha sido, por ejemplo, un orgulloso bastión wagneriano, tierra donde grandes artistas se han formado y han realizado mucho de su trabajo. No es una casualidad o efecto de un extraño sortilegio que nombres como Pau Casals, Enric Granados, Antoni Ros Marbà o Jordi Savall, entre otros muchos, hayan estado íntimamente unidos a esta ciudad, pues pese a haber nacido en otras partes de Cataluña, fue Barcelona, la ciudad en la que se formaron y a la que llamaron casa.  Es la misma sociedad barcelonesa, la que, desde hace muchos siglos, ha ido generando el clima propicio para abrigar la creación de las más diversas iniciativas personales, dotándolos de las instituciones musicales con las que ahora mismo contamos los que hemos decidido que este es nuestro hogar.

Barcelona ha contado con una nutrida agenda de conciertos, que ha ido fluctuando con los años tanto en su calidad, como en la cantidad de conciertos que ofrece. Los tres centros de referencia de la ciudad: El Palau de la Música, L’Auditori, y l Liceu, además de sus temporadas propias de actividades, conforman su oferta final con las propuestas que las diversas promotoras que hay en nuestro país le hacen. De este modo, en el Palau o en el Auditori por ejemplo, hemos podido disfrutar de espléndidos conciertos organizados por la dirección de estos teatros, así como otros promovidos por BCN Classics o Ibercamera.

A ello hay que sumar, la actividad de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC), de la Sinfónica del Liceu, de la Sinfónica del Vallés o de la recientemente formada Orquestra Simfònica Camera Musicae, orquestas catalanas que se presentan en los tres escenarios arriba mencionados y que junto con orquestas como la Filarmónica de Berlín o la de San Petersburgo, tejen la actividad habitual dentro de la música clásica en nuestra ciudad.

Todo esto se vio suspendido por la pandemia, al igual que ha pasado en casi todo el mundo. Europa entera, cerró a cal y canto la actividad en todos sus teatros hace ya casi un año, y pese a tímidas aperturas que siempre terminaban en cancelaciones, en capitales como Venecia, o Berlín, la situación sanitaria ha congelado la actividad concertista tal y como la conocíamos. Muchos grupos y artistas han necesitado de sponsors para poder salir adelante, pues las giras programadas o se han cancelado, o están prorrogadas sine díe. La gente necesita cada vez más de la música y la cultura, pero los gobiernos europeos en su mayoría, acosados por unas cifras inasumibles de contagios, han optado por mantener hasta la próxima primavera, el veto a la actividad cultural en casi todo el continente.

Y aquí, en medio de esta situación, Barcelona tiene un nicho de posicionamiento, pues afortunadamente, si bien con muchas restricciones y necesarias medidas de prevención, la actividad cultural se ha restablecido ya desde hace casi dos meses. Esto ha hecho que artistas que han visto cancelados sus conciertos o sus giras en ciudades como París o Berlín, contemplen la posibilidad de actuar en nuestra ciudad, donde se da la afortunada conjunción, de contar con tres escenarios de enorme prestigio mundial, y de una afición verdaderamente sedienta de música. Ya incluso antes de la pandemia, muchos artistas de la talla de John Eliot Gardiner, Grigori Sokolov, Valeri Guérguiev o Anne-Sophie Mutter se habían expresado en términos muy elogiosos de nuestra ciudad, pues se sentían bien acogidos tanto por un público que apreciaba su trabajo, como satisfechos por el espacio y las condiciones en la que habían actuado, dando al exterior una imagen que beneficiaba a la marca Barcelona.

La actual posibilidad de realizar conciertos en la ciudad, evidentemente que es una maravillosa oportunidad para su marca internacional,  y es por ellos que iniciativas como  “Barcelona Global” han apoyado a Ibercamera en la promoción de la gira que Valeri Guérguiev  junto con la Orquesta del Mariinsky, ha realizado en recientes fechas por algunas ciudades españolas entre las que se encuentra la  capital catalana, pues el mensaje que se envía al exterior es muy potente de cara a atraer, cuando las circunstancias mejoren, a un cierto tipo de turismo que puede ver en la ciudad condal un espacio donde disfrutar del arte.

Este empeño es el que hace ya años, se puso como su principal objetivo el proyecto de “Barcelona Oberta”. Coordinando una temporada de conciertos donde los tres grandes escenarios barceloneses aportan algunos de sus conciertos, de cara a vender en el exterior una propuesta atractiva donde Barcelona sea vista como un centro de referencia musical y cultural.  La oportunidad es grande y puede traer efectivamente muchos beneficios culturales y económicos a nuestra ciudad, pero creo que, si solo vemos esta coyuntura como la posibilidad de atraer turismo cultural, algo en sí mismo fantástico, aprovecharemos solo en parte lo que esta oportunidad tiene que darnos.

Por que si bien es cierto ahora mismo Europa está cerrada, llegará el momento en que Londres, Viena o París abrirá de nueva cuenta su oferta cultural, y si nosotros no hemos hecho los deberes, estos turistas que posiblemente han llegado, atraídos por la belleza de la ciudad y las posibilidades culturales que en ella encuentren, se volverán a ir. Y cuando digo hacer los deberes me refiero a ayudar a los músicos y artistas que aquí viven, trabajan y crean. Hacer los deberes es revisar los presupuestos que se asignan a la cultura en general, porque, si no hay dinero suficiente, los creativos o se buscan la vida en otro trabajo o se marchan a donde hay recursos para vivir dignamente. Barcelona tiene que aprovechar el prestigio que da en el medio internacional, que orquestas y artistas de primer nivel vengan a sus teatros para hacer una propuesta propia y nueva. Se trata de invertir en innovación y en el talento que hay en Barcelona y no solo servir como el escenario provincial mientras pasa la tempestad.

Barcelona tiene a sus espaldas siglos de una sostenida y nutrida actividad creativa, no es un accidente que sea considerada un centro cultural muy importante en el mundo, pero si queremos estar entre los primeros referentes mundiales, y esto es algo que muchos queremos, es fundamental apostar fuerte por el talento y la inmensa creatividad de los artistas de esta tierra, la oportunidad está ahí, hay que aprovecharla. Seguimos.

20 de febrero de 2021

Técnica y expresión

Técnica y expresión

El eminente musicólogo Español Adolfo Salazar, en uno de los ensayos que publicó en Ciudad de México en 1951 sobre J.S. Bach, se lamentaba sobre la “incomprensión” con que el romanticismo había tratado a Bach. En su opinión, solo había sido reconocido y admirando en el maestro de Leipzig, su consumada técnica compositiva y no la profundidad, belleza y expresividad de su obra. Evidentemente que esta es una opinión muy personal de Salazar, pero que ha venido a mi memoria, tras muchos años de haberla leído, la noche del pasado 2 de febrero, en que algunos afortunados, reunidos en el Palau de la Música, tuvimos la oportunidad de disfrutar de una espléndida lectura, del primer libro de El clave bien temperado, de J.S. Bach.

El clave bien temperado, es una obra fundamental dentro de la música Occidental. Finalizado muy probablemente en 1722, este libro junto con el segundo que terminó el maestro, no fue publicado hasta 1744, después de su fallecimiento. Cada tomo cuenta con 24 preludios y fugas, escritos en todas las tonalidades de la escala cromática. La posibilidad de explorar la afinación temperada, siendo esta, la que se realiza afinando los sonidos de todas las teclas, manteniendo entre las que son contiguas la misma distancia, de modo que entre ellas siempre haya medio tono exacto, entusiasmó mucho a Bach desde muy joven. Nosotros hemos vivido siempre bajo esta afinación y nos parece la más natural posible, pero antes de esta posibilidad, si se quería tocar alguna pieza sobre un teclado afinado bajo la afinación pitagórica, que era la más utilizada entre otras posible, había que ajustar la afinación del teclado, porque de lo contrario, la música sonaba simplemente desafinada, lo que limitaba mucho las tonalidades en las que se podía trabajar.

Bach se propone con este libro, mostrar las inmensas posibilidades a nivel tonal que se tenían bajo este sistema de afinación y por ello escribió un preludio y una fuga en cada uno de los 24 tonos, tanto mayores como menores, que existen en la escala cromática. El resultado es simplemente increíble, porque explora en profundidad las posibilidades técnicas para el intérprete, así como las expresivas, que esta inmensa paleta tonal le permite trabajar. El clave bien temperado, actualmente, es una obra indispensable para todos los aspirantes a pianistas, pero también es una obra que todos los músicos hemos trabajado a nivel de análisis, tanto de sus preludios, como de sus asombrosas fugas. Y este es el nivel en el que Adolfo Salazar viene a mi memoria, porque durante décadas, se ha dicho que el clave bien temperado, muestra a un Bach más bien frío y matemático, asombroso en su técnica, pero inexpresivo. Y el pasado martes 2 de febrero, mientras escuchaba el preludio en mi bemol menor BWV 853, fue simplemente imposible no conmoverme ante algo tan sincero y hermoso.

Schaghajegh Nosrati, pianista alemana de origen israelí, que ya había debutado en nuestra ciudad el pasado agosto, realizó una interpretación de la obra simplemente fantástica. Nosrati no solo es una pianista consumada, con una técnica muy consolidada, unos dedos muy fuertes y ágiles, además de mostrar una precisión y una amplia gama de ataques que le permiten tejer y hacer cantar muy bien, las voces de una fuga. Es, además, un consumado músico, que conoce perfectamente cada uno de los preludios y fugas que integran la obra y supo muy bien cómo desplegar las partes que la conforman. Creó una lectura fiel al texto original, pero tomando decisiones que le dieron vida y empuje a su interpretación. No solo se trataba de disparar notas y mostrar el alto grado de su técnica pianística, sino de realizar una ejecución trascendental de una obra tan relevante.

Bach es para Nosrati su autor talismán y ya el pasado agosto interpretó en el Palau de la música, la Partita núm.2 en Do menor, BWV 826, obteniendo un inmenso éxito. Pero tocar El clave bien temperado es subir varios grados, pues para poder hacerle frente con éxito a semejante empresa, se requiere no solo de haber trabajado por muchos años la obra, sino de poder administrar y mantener una tensión y una concentración muy intensas durante casi dos horas ininterrumpidas. Con tan solo 32 años y un brillantísimo curriculum, la carrera de Schaghajegh Nosrati, promete y mucho. Viendo lo pronto que regreso a casa nostra, creo que podemos decir que se ha iniciado una muy buena relación entre ella y el público barcelonés. Seguimos.

10 de febrero de 2021

Y ahora ¿qué hacemos con el enfermo?

Y ahora ¿qué hacemos con el enfermo?

Nuevamente, querido lector, nos encontramos en esta tribuna, la última vez que lo hicimos, hablábamos de manera muy general sobre los orígenes que permitieron el nacimiento del concierto público, forma en la que, desde hace prácticamente dos siglos, venimos realizando buena parte de nuestra  actividad musical en Occidente. Apuntamos también, que esa forma tan aparentemente natural de hacer música, en la que unos “expertos” suben a un escenario y otros se disponen a escuchar pasivamente de un evento musical, tiene realmente poco tiempo, si lo comparamos con otras tradiciones, ya milenarias, como las que podemos encontrar en Indonesia por ejemplo, que tiene en el Gamelán, conjunto orquestal  tradicional de esta cultura  Asiática, un ejemplo totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en Occidente; donde el hecho de hacer música, es un acto eminentemente social, no existe el concepto de espectador pasivo, pues la mayoría de los presentes en una ejecución de este tipo, forman parte del conjunto. La música es entonces, el escenario, el motivo, la causa para el encuentro social, para el contacto con el otro.

Con lo anterior, no quito ni pongo rey, solo apunto, menciono, informo, que hay otras maneras, otros universos sonoros igualmente válidos y muy interesantes al nuestro. Esto viene muy bien, sobre todo, para bajar de la nube, del pedestal en el que muchos se han instalado desde hace siglos, pensando que Occidente representa el espacio donde mejor y más claramente se han realizado los logros de la civilización humana, y donde sin duda, el arte, el gran arte, ese que se escribe y se hace con mayúsculas, tiene su casa solar y su hogar. Yo, insisto, no entraré en calificar la calidad de esas tan diversas manifestaciones artísticas, sobre todo porque no es mi papel. Mi empeño, es apuntar que hay mucho, pero mucho más allá de nuestra hermosa aldea y mucho de eso que allá afuera existe, es realmente interesante de conocer, nada más, porque reitero, ni quito ni pongo rey.

Así mismo mencionábamos en nuestra última cita, que la coyuntura en la que nos encontramos, nos ha metido de cabeza en una severa crisis, que ya se venía anunciando desde hacía tiempo y que la pandemia, sólo ha venido a detonar.  Aquella tan mencionada crisis de la música clásica, que tantos y tantos veían como imposible, está aquí y no solo para la música clásica, si no para la cultura en general. Países donde el artista no cuenta con un estatuto laboral que lo proteja, están arrojando literalmente a la calle, a cientos y cientos de esos artistas y creadores, condenandolos en muchos casos al hambre y la indigencia.

Casi toda Europa ha cerrado sus teatros y suspendido sus actividades culturales y en América de un modo o de otro, las cosas han ido por el mismo camino. Cientos y cientos de músicos, bailarines, coreógrafos, y un largo, pero largo etcétera, se han quedado sin apenas manera de ganarse la vida. Muchos, los más afortunados, están tirando de ahorros, otros de amistades y familia, pero muchos otros, se están viendo en la necesidad de vender sus equipos e instrumentos  u orillados a “reinventarse” o mejor dicho, emplearse en alguna otra cosa que les pueda asegurar  unos recursos con que salir adelante por ahora, porque la vida sigue y las facturas han de pagarse.

En el caso de las orquestas estables, el problema lo encontramos en el centro mismo de su funcionamiento y su financiación. Muchos han apuntado ya, que el mantenimiento de una orquesta sinfónica es algo muy oneroso y que la actual crisis no es el escenario para gastar en una institución, que si bien entrega  bienes culturales a la sociedad, también puede ser percibida como un lujo que ahora mismo no nos podemos permitir. Este el argumento preferido de muchos responsables políticos para comenzar a afilar las tijeras. Si a esto se suma  que en algunos casos, por dejadez y falta de iniciativa por parte de los responsables administrativos, algunas orquestas llevan toda la pandemia sin ninguna actividad, la sensación que la sociedad puede tener de esos músicos, puede ser la de que son un grupo de  afortunados que apenas trabajan y que sin embargo,   no dejan de cobrar. Discurso muy peligroso en la actual coyuntura económica, pues no son los músicos los que no quieren trabajar, sino una estructura anquilosada que no está sabiendo adaptarse a la realidad, pues no está dando alternativas .  De seguir así, estas agrupaciones serán las primeras en ser disueltas, por ser inviables en todos los sentidos. Las propuestas urgen, porque la gente necesita de la música, necesita de la cultura en su más amplio sentido y cerrar las orquesta sería una tragedia, no solo para los músicos que se verían literalmente en la calle, si no para una población que vería aún más pauperizada su vida, sin la posibilidad de disfrutar de la música en vivo.

La discusión lleva rato dándose y hay propuestas realmente muy interesantes, algunas pasan por reestructurar desde dentro el funcionamiento de una orquesta sinfónica. Un músico de orquesta, básicamente ha sido primorosamente educado, para seguir las indicaciones de otro músico, en este caso el director,  le indica. Lejos estamos,  ya no digamos,  de variar el texto original de la obra, si no de la más mínima discusión sobre cómo se han de tocar esas inamovibles notas, escritas a fuego en un papel  y que son tratadas como si de un texto sagrado se tratara. El intérprete aquí poco importa, se requiere de su habilidad técnica, nada más. Muchos, actualmente están discutiendo si la actual crisis no es el momento de revisar esta práctica, haciendo que  todos los músicos, no solo el director, dialoguen sobre por dónde tiene que ir una interpretación. Ejemplos reales existen, no es una idea propia de soñadores y musicólogos alocados.  La Aurora Orchestra  trabaja desde 2005 con su director, Nicholas Collon, de una manera muy similar a la que he descrito arriba, Collon,  no es el tipo de director que da unas directrices que han de obedecerse ciegamente, sino que más bien aglutina las opiniones de sus músicos.  Sus conciertos están llenos de emoción y amor por la música, simplemente porque todos los músicos del grupo  están siendo tomados en cuenta, cada uno de ellos está implicado en la ejecución de los programas como un actor activo,  la responsabilidad  entonces se comparte entre todos. Suelen tocar siempre de memoria, con lo que esto supone para un profesional y por ello, dan menos conciertos, pues cada programa se trabaja muy profundamente.

Este es solo un ejemplo, pero hay algunos otros de los que en otra ocasión hablaremos, porque su importancia es tal, que vale la pena hablar sobre ellos con calma.

Se me dirá que está muy bien, pero que al hacer menos conciertos, los músicos tendrán igualmente que trabajar en algo para ganarse la vida  y otra propuesta de la que quiero hablar hoy,  va encaminada en ese sentido.  Consiste en  que las orquestas sean las instituciones paraguas que agrupen a varios y muy diversos grupos de cámara, cada uno de ellos con sus proyectos propios y su agenda independiente de la del resto de sus compañeros. Las orquestas aportarían un sueldo base y el respaldo de una institución de prestigio. No es lo mismo formar parte de una orquesta que no hacerlo, porque ello supone haber pasado unas pruebas rigurosas por ejemplo, lo que garantiza una respetabilidad social que puede ayudar mucho a los proyectos de cada grupo. . Además de lo anterior,  las orquestas suministrarían  todo el material bibliográfico necesario de cada pequeño grupo, y resolverían también los temas logísticos que las diferentes actuaciones de estos grupos suponen. A cambio, estos grupos internos, tendrían que presentar un proyecto musical que impacte en la comunidad, no se trata de que se formen 10 cuartetos de cuerdas para tocar todos el repertorio de siempre, se trata de que un grupo muy nutrido de músicos profesionales, se impliquen activamente en proyectos que les interese  realizar  a nivel musical. No podemos seguir reproduciendo el esquema en que un músico   toca de cualquier  modo y sin la mayor  implicación un programa y la semana siguiente otro que tampoco le interesa, para al final de mes cobrar un sueldo para ir más o menos tirando. Se trata por el contrario, de que todos los elementos de esa orquesta se impliquen en proyectos que sí les apasionen y que mediante estos proyectos, puedan sumar más ingresos al  sueldo inicial que la orquesta les paga. Evidentemente que las orquestas deberían seguir haciendo conciertos como tal, pero estos programas además de ser menos, tendrían que ser enfocados de otro modo. La típica programación de una temporada en que se escucha por enésima vez lo mismo de siempre, quizás ha llegado a su fin, pero eso… eso es un tema que valdría la pena hablar en otra ocasión, porque da para mucho.

Yo solo he mencionado dos propuestas que cada vez están tomando más y más forma en el medio musical europeo, por ahora solo se están discutiendo, pero eso es algo bueno que tienen las crisis como esta, que se discute, se habla, se intercambian opiniones, quizás algo que le vendría muy bien a nuestro medio es integrar más y más, la costumbre de discutir y renovar, y no solo justificar las cosas con el viejo argumento de siempre, “así es la tradición” o “ siempre a sido así” , pero de eso, de tradiciones, programaciones y orquestas revolucionarias y románticas, hablaremos en nuestra próxima entrega. Seguimos.

30 de noviembre de 2020

De plumajes y tradiciones

De plumajes y tradiciones

Escribe Salvador Día Mirón en su poema “Gloria”:

Los claros timbres de que estoy ufano,
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan… ¡Mi plumaje es de esos!

 

La cita vino a mi cuando supe la historia de Teodor Currentzis que tras graduarse en el prestigioso Conservatorio de San Petersburgo, habiendo sido alumno del mítico Iliá Musin (maestro de Valeri Guérguiev, Yuri Temirkánov o Semión Bychkov) decidió que no quería crear una carrera como sus famosos condiscípulos y se marchó a Siberia, en concreto a Novosibirsk, donde además de ser nombrado director del teatro de ópera, fundó el Musica Aeterna Ensemble y el New Siberian Singers Chamber Choir, agrupaciones que han sido la base donde Currentzis, ha cimentado no solo una carrera, si no todo un ecosistema desde donde está, literalmente, generando una revolución en el corazón mismo del canon establecido.

Sus lecturas son no solo desafiantes a una práctica llena de amaneramientos y poca información, que ha permitido en notables casos, la deformación de la voluntad expresa de varios compositores. Así por ejemplo, Currentzis sobre Beethoven, apunta lo siguiente “No creo que en Beethoven haya grandes tradiciones interpretativas. Quiero decir que, por ejemplo, nadie ha hecho una grabación que tome verdaderamente en consideración, las indicaciones metronómicas del compositor. Hay quizá, un par de directores que han hecho buenas grabaciones, como Roger Norrington y John Eliot Gardiner, por los que tengo un gran respeto. El resto, son interpretaciones más o menos románticas de Beethoven, que adoptan cierto espíritu revolucionario en el sonido. Pero nadie ha dejado a un lado cómo se ha tocado esta música en los últimos doscientos años y ha hablado mentalmente con este sordo loco para entender lo que quería” [1]

Semejantes declaraciones es normal que generen el rechazo de un sector del público que ha crecido precisamente bajo la visión que Currentzis combate con su manera de hacer y de presentarse ante el público. Y precisamente esta actitud rebelde, le ha granjeado el respeto y la admiración de otra nutrida parte de la audiencia.
Sería absolutamente injusto pensar que la revolución que nuestro maestro promueve, es meramente epidérmica, quedándose en la sola apariencia rompedora. Nada más alejado de la realidad, cuando uno descubre sus lecturas de obras como las tres óperas Da Ponte de Mozart, o su más reciente registro dedicado a la 6ª sinfonía de Mahler, descubres con asombro, esa música que ya conocías, pero llena de un color y de una fuerza que con el paso del tiempo habían perdido.
En Barcelona, lamentablemente no habíamos podido verle hasta el pasado 4 de marzo que debutó por fin en nuestra ciudad, al frente de Sinfónica SWR Stuttgart, orquesta de la que es titular recientemente.

El programa presentado no podía ser más idóneo para mostrar sus credenciales ante el público barcelonés. En primer lugar, “Muerte y transfiguración, op. 24” de R. Strauss y tras la media parte de G. Mahler, la Sinfonía núm. 1, en Re mayor, “Titán”.

El detalle y la precisión con que Currentzis abordó ambas piezas son muestra clara del extraordinario músico ante el que nos encontramos esa noche. Logró que la orquesta sonara no solo compacta y perfectamente balanceada, si no mejor aun, llena de una plasticidad extraordinaria, mostrando un logrado trabajo tímbrico que en ambas piezas es fundamental y que lamentablemente con el paso de los años, la inercia ha logrado que se abandone este nivel de detalle cuando se aborda este tipo de repertorio. Fraseos apuradísimos, una amplia gama de matices y sobre todo una musicalidad desbordante, son atributos que complementarían lo anteriormente dicho.

Es evidente que, ver salir a un personaje como Currentzis, en botas militares y pantalón pitillo, causó revuelo en muchos de los asistentes al concierto del 4 de marzo. Previo a este, pude escuchar de soslayo, las muchas suspicacias que tal apariencia pública provocaba en las personas congregadas esa noche en el Auditori. Muchos siguen uniendo el preceptivo Frac a la calidad musical, otros simplemente no se hacen a la idea de ver en el podio a un personaje que tiene más que ver con la imagen que tenemos de una estrella de música urbana, pero al final, tras el concierto, en sus caras, y sobre todo, en los interminables aplausos que recogió, Currentzis mostró que su plumaje, como el de Díaz Mirón en su poema, es de esos que no se manchan con el fango de la costumbre mal entendida y sobre todo, con la desidia de una tradición castrante y anti musical. La próxima temporada, tendremos la oportunidad de verle de nueva cuenta por Barcelona, yo me lo apuntaré en mi agenda, ¿y usted? Seguimos.

[1] Extracto de la entrevista publicada en el nº 343 de la revista SCHERZO, correspondiente a septiembre de 2018)

 

8 de abril de 2020

Revolucionario y trascendental

Revolucionario y trascendental

En un texto dirigido a Beethoven y que tradicionalmente se atribuye a Haydn podemos leer:

“Tiene usted mucho talento […] Posee una gran inspiración y no sacrificará jamás un bello pensamiento a una regla tiránica […]Pero sacrificará las reglas a sus fantasías, pues me parece que usted es un hombre que tiene varias cabezas, varios corazones y varias almas […]Creo que se descubrirá siempre en sus obras algo inesperado, insólito, sombrío, porque usted mismo es un poco sombrío y extraño, y el estilo del músico revela siempre al hombre” 

 

¡Qué descripción más certera por parte del maestro del que aun era uno de sus más destacados alumnos! Si leemos las opiniones que los contemporáneos de Beethoven expresaban sobre su obra y muchas veces también sobre su persona, podemos encontrar un común denominador: la sorpresa y el desconcierto. Efectivamente, la música que Beethoven presentaba ante aquella sociedad vienesa, de finales del s.XVIII e inicio del XIX, solía molestar a muchos, pero también lograba, de manera fervorosa, adeptos acérrimos. En muchos sentidos, para un sector de esa conservadora sociedad, Beethoven era la encarnación de la revolución que había explotado en Francia y comenzaba a barrerlo todo.

Es imposible no caer seducido ante la imagen de una época tan convulsa en lo político y lo social, y pensar que precisamente, ese era el mundo en el que, por ejemplo, se crearon las 9 sinfonías que el maestro escribió. Sinfonías muy diferentes unas de las otras, pues no es el mismo autor el que escribe las dos primeras, llenas de luz y de una energía vital inmensa, del que escribe la celebérrima quinta, con una carga política inmensa, o el que escribe la monumental novena sinfonía en que expresa muy directamente y con un texto literario bellísimo, su inquebrantable fe en todo lo que tenga que ver con lo humano. Lo que pasa en medio de la creación de estas obras, es el periplo vital de un hombre de su tiempo, que supo afrontar con mucha valentía su sino vital.

 

Se sabe de cierto, que los estrenos de estas obras se efectuaron a pesar de los esfuerzos de su autor, de prisa y corriendo, con músicos mal preparados y en muchas ocasiones, con un solo ensayo. Con toda seguridad, la primera vez que estas obras se ejecutaron tal y como las había pensado Beethoven, fue en París y gracias a François-Antoine Habeneck director y fundador de la Société des Concerts du Conservatoire, entre 1828 y 1831, Habeneck asombró a la ciudad luz, con una música jamás escuchada, revolucionando el medio musical del momento. Se cuenta que en estos estrenos que costaron meses de ensayos interminables, asistieron personajes como Berlioz o Chopin, otros mencionan incluso al mismos Wagner, lo cierto es que esta orquesta integrada por maestro del conservatorio de París y algunos alumnos destacados, tocaban con unos instrumentos en plena transición, ya no eran instrumentos barrocos, pues los fabricantes estaban produciendo instrumentos con mucha mayor potencia sonora, pero aun no llegábamos a la plantilla de la gran orquesta romántica de un Wagner o de un Strauss. Las sonoridades que estos instrumentos producían son las que Beethoven tenía en la imaginación, pues pese a la sordera, guardó un muy claramente el recuerdo del funcionamiento de la orquesta que él conoció.  Sus obras están pues escritas, para una plantilla muy alejada de la orquesta de proporciones inmensas, de sonoridad pastosa y sonido brillante, del romanticismo de finales del s.XIX; el mundo sonoro de Beethoven era muy diferente del que las ciento de grabaciones que existen en el mercado nos han colocado en la memoria.

 

El Beethoven en el que hemos crecido, es, además, un Beethoven domesticado, que no muerde, que no molesta, cuando en realidad, si algo distingue a nuestro autor, es lo contrario, pues su música está pensada para comunicar de manera avasalladora y contundentemente, mensajes que tienen que ver con los cambios que en ese momento se vivían, la carga política en estas obras en innegable y esta domesticación de la que hemos hablado lo ha blanqueado todo. Muchos en este punto establecen una clara relación entre Beethoven y Goya, artistas coetáneos y que plasman en su obra tanto lo luminoso, como lo oscuro y abyecto del alma humana. Su arte, es un arte que transmite verdad, pese a que muchas veces esta moleste.

 

Poder escuchar la interpretación de la integral de las nueve sinfonías por parte de Sir John Eliot Gardiner al frente de la “Orchestre Révolutionnaire et Romantique”, es formar parte de un hecho histórico en nuestra ciudad.  Los que tuvimos la oportunidad de disfrutar de los 5 conciertos ofrecidos en el Palau de la Música, entre el 9 y el 15 de febrero, asistimos a una lectura no solo fiel al texto del maestro en todo lo que ello supone, si no fiel al espíritu que animó su creación. Las 9 sinfonías recobraron esa fuerza telúrica, que hace que algo dentro de ti se mueva cuando las escuchas así. Ya no es solo la maravillosa oportunidad de disfrutar de la sonoridades “originales” para las que fueron creadas estas obras, lo que hace que descubras una frescura tímbrica perdida en anteriores interpretaciones, si no además, es como han sido abordadas por Gardiner, en un darlo todo, en un poner siempre el resto de fuerzas y energía, dándote la impresión de que ante tanto esfuerzo de él y sus músicos, algo está apunto de romperse, y tras esa entrega que viene de lo más hondo de cada uno de los músicos, recibir una descarga inmensa de energía por parte suya. Tal vivencia trasforma cada concierto en algo diferente de lo habitual, pues ya no es solo escuchar música, es algo mucho más trascendente al final.

 

Cuando en 1989 Sir John fundó la “Orchestre Révolutionnaire et Romantique” lo hizo teniendo como claro referente histórico a la Société des Concerts du Conservatoire que en 1828 había interpretado por primera vez la obra sinfónica de Beethoven en París, y nosotros, junto con unas pocas ciudades del mundo, hemos tenido la inmensa oportunidad de disfrutar de lo que podríamos calificar, un Beethoven restaurado; así lo atestiguan la reacción efusiva de un público que respondió tremendamente a los estímulos recibidos durante estas inolvidables jornadas. He visto a muchas personas en estos días, eufóricas, con los puños, conteniendo la emoción que estaban viviendo y he visto a un público explotar en tremendas ovaciones, más propias de conciertos de Rock u otras músicas, y todo al final provenía de unas obras que tenemos tatuadas en el ADN, pero que, para muchos, jamás habían sonado así de luminosas.  Seguimos.

18 de febrero de 2020