En nuestras manos
Aun recuerdo muy vívidamente la profunda emoción que causó en mí, aquella vieja frase de Nietzsche: “Dios ha muerto”. Para un jovencito tan impresionable como era yo en esas épocas, aquello resultaba realmente violento.
Aun recuerdo muy vívidamente la profunda emoción que causó en mí, aquella vieja frase de Nietzsche: “Dios ha muerto”. Para un jovencito tan impresionable como era yo en esas épocas, aquello resultaba realmente violento.