La verdad al final del piano.

 

-¿Está usted seguro Ulloa? Mire que lo que me cuenta es muy grave – Dijo el siempre  severo  Don Fernando.

-Todo lo que le cuento me lo dijo él personalmente despues de la comida, Don Fernando. -Contestó el tembloroso empleado mientras se frotaba nerviosamente las manos  y notaba como estas estaban empapadas de una humedad viscosa y persistente

-¡¡Esto es inaudito!!, ¿Y usted que le ha dicho pedazo de imbécil?, ¡¡¡ Parece que no se entera de lo que nos estamos jugando Ulloa!!!

-¿Y yo que quiere que le diga señor?, si ya lo conoce usted. De la nada lo soltó y no como una idea que se le pasara por la cabeza de repente, no, si no, como algo absolutamente decidido. Se levantó de  la mesa después de comer, bebió de un solo trago el whisky  que tenía en una vaso y dijo muy serio : “ Ulloa, está noche no asistiré al concierto, he decidido que no tocaré mas el piano, ya está bien, estoy arto de todo esto”

-¿Así por la buenas?, ¿Y usted no le digo nada? ¡Dios mío!, ¡Esto nos puede costar muy caro! no solo a mí, ¡¡¡ Sino a usted también Ulloa!!! ¡¡A usted también téngalo muy claro!!. No se puede uno retirar  así de imprevisto, y menos  justo antes de un concierto  con todo el teatro vendido.

Un silencio  tremendo se hizo en el lujoso despacho, de donde colgaban varios cuadros de pintores contemporáneos, además de varias piezas escultóricas de renombrados autores. Quedaba patente el alto nivel del que allí trabajaba, ya no así su buen gusto, pues los Picasso o Warhol   estaban dispuestos de manera  desorganizada, mas  ostentando la posesión de las obras,  que intentando crear un ambiente acogedor  para el trabajo. No se adivinaba a un esteta, sino más bien, a  un hombre de negocios que  se jactaba y ostentaba la posesión de tantas piezas de arte .

Tras unos momentos de tensa calma, durante el cual Ulloa no dejaba de frotarse nerviosamente las manos, este  se atrevió a romper el silencio tímidamente y dijo:

– Le dije que no podía hacerlo, que teníamos un contrato,  que la ley nos amparaba. Pero solo me miró, suspiró después y continuó fumando un enorme habano que recién había encendido, se despidió y se fue.

– ¡Despedirlo! ¡Eso es lo  yo tengo que hacer con usted! ¡¡ Despedirlo!! Ante tanta incompetencia, pedazo de cretino. Esto tendrá graves consecuencias, téngalo muy claro, no voy a cargar yo con las consecuencias de su incompetencia.

La tensión que se respiraba en el lujoso despacho de Don Fernando Díaz  Ponce de León, director general del muy ilustre teatro central Apolo, templo de la música por definición,  fue en acenso.

Ulloa, como le llamaba despectivamente don Fernando, era un fiel empleado que intentaba hacer todo lo bien que podía su trabajo, o al menos hasta donde su capacidad le permitía. Ya mucho era intentar adivinar el humor con que aparecería su jefe por la mañana e intentar amoldarse a él para poder trabajar con eficiencia; además de adivinar, como este iba a poder variar a lo largo del día. Pero inexplicablemente, todas las cosas que en esa oficina terminaban por torcerse, era por obra suya. Un ordenador infectado por virus, cuyos nombres siempre le sorprendían, culpa suya por no vigilar lo que los empleados hacían en sus horas de trabajo. La máquina del café en mal estado, culpa suya, por no llamar a la empresa a tiempo para que le dieran mantenimiento. El último berrinche de la diva de la semana, la cual se quejaba de que su perrito “Arturo” sufría de diarreas constantes  por el viaje hasta la ciudad. Provocando gran mortificación a la cantante y con ello  el que quizás, no pudiera darlo todo la noche del concierto; culpa suya por no haber previsto en el contrato de la cantante un veterinario de cabecera, para el perro  y un psicólogo para ella.

 

Pero lo de esta ocasión ya era demasiado, como iba  a suponer siquiera que el gran maestro, André  Ferrara, toda una leyenda  viva del piano,  en un arranque de informalidad, decidera  totalmente de improviso dejarlo todo y retirarse. ¿Qué nueva previsión debía de haber tomado según su jefe?.

Lo cierto es que ahora mismo  estaba  en medio de ese enorme despacho, temblando como un flan, ante esa terrible espada de Damocles que era el despido.

Don Fernando tras de haberlo insultado repetidamente, se dió cuenta de que tenía  lastima de la patética imagen que daba aquel hombre sudoroso y lleno de miedo. Vió en sus ojos el cansancio acumulado de días sin descanso, el  temor que revelaba su posición física. Notaba  claramente que el hombre que tenía enfrente estaba a punto de desvanecerse ahí mismo o de explotar, en todo caso, era patente que estaba al límite de sus fuerzas, y poco a poco, percibió  como llegaba  a  él  esa extraña sensación de lastima por un semejante, materializada en una extraña punzada  en la boca del estomago.  Esto lo hacía vulnerable y casi con susto, ahogó en ese mismo momento, tan elemental sentimiento. La lástima es lo que hunde a los hombres de negocios. Siempre lo ha dicho y lo ha pensado así. Uno no se puede detener a ver el paisaje, hay que ir a por el objetivo, y eso es ganar, subir cada vez más alto, la compasión solo retrasa o impide la llegada.

Él, Fernando Díaz Ponce de León, Don Fernando era lo que era, no por ser compasivo, si no porque había sabido construir su buen nombre a partir del nombre y el esfuerzo de otros más débiles que él. El mando tiene una cargas que hay que asumir y una de ellas era esa, quitar lo que estorbaba, desbrozar el campo para que las cosas salgan bien, y Ulloa era en esos momentos un claro ejemplo de algo que estorbaba y que sin ningún tipo de miramiento, tenía que ser apartado del camino, de su camino.


-¿Sabe lo que dirá la prensa mañana de mí?, que no he sabido manejar el ego de un artistucho veleidoso, viejo y borracho, que en un arranque de estupidez  lo deja todo, a lo que seguirá mi cese fulminante por parte de la junta directiva de inversores por mi falta de firmeza.

-Señor, que el maestro Ferrara es un mito en el mundo musical, adorado en todo el mundo, la gente lo admira muchísimo.

-Lo ve Ulloa, ¿Cómo no se entera?, me la suda ese cretino, me da igual si una puta le ha contagiado la sífilis  o  el sida, o si tiene cirrosis por beberse todo el whisky  de los hoteles donde vive a costa de honrrados empresarios  como yo, me da exactamente igual. Pero ese tipo, desgraciadamente tiene como usted dice, un nombre, un gran nombre,  que me puede traer muchos problemas a mí, ¿Se entera?.

Esto no es  una ONG, Ulloa. ¿ Cómo puede defender a impresentables como él?.

¡Artistas!, panda de pelafustanes, se creen con derecho a todo. Son diferentes, tocados por la divinidad.¡¡¡¡BAAAA!!!!. Cuando realmente todo el glamour que los rodea lo pagamos los industriales y los empresarios que tenemos que sufrir sus berrinches y sus pataletas.

¿Y sabe por qué?, ¿Sabe por qué los soportamos?, porque ellos son una buena manera de hacer negocios, hay mucho millonario sensiblero que se traga todo eso del amor al arte y a la cultura, les adormece la conciencia o simplemente encuentran algo que hacer en su inútil vida. A los políticos les encanta rodearse de artistas, da igual quien sea, porque les fascina  darles migajas, alguna beca, o un estímulo a la creación,  para aprovecharse de su nombre y validar su imagen.

 ¡¡¡ Tenemos un contrato, y su condición de divo de la música no le salvará de cárcel si es preciso !!! -Continúo gritando Don Fernando.

En ese momento, se abrió la puerta del despacho y de improviso apareció un hombre muy alto, de complexión  delgada y de aspecto casi quijotesco, llevaba en la mano izquierda un puro a medio fumar y todo en él apestaba a Whisky. Era Ferrara que  con paso lento y elegante entró al lujoso despacho. Echó un vistazo al lugar y después de dar tres sonoros aplausos dijo:

-Toda una declaración de intenciones Díaz, ya lo creo que sí, no se haga ilusiones, los aplausos no son a su evidente mal gusto, que queda patente en este lugar que usted llama despacho. Cualquier alma sensible se sentiría herida con tan solo poner un pie en él. No, el aplauso es por el encomiable ejercicio de sinceridad que ha hecho usted frente a este tinterillo, hay que ver lo que  os crecéis los de vuestra especie ante los más débiles. Aunque de todas maneras, lo que usted ha dicho no me sorprende, es más bien el descaro con que lo ha dicho, lo que casi me sonroja Díaz, y mire que eso es muy difícil lograrlo a mi años.

– ¡¡Basta ya de  tonterías!!- contestó Don Fernando-,¿¿Cómo se atreve a venir a insultarme después de portarse como se ha portado?? ¡¡Sinvergüenza!!, ¡¡ Esto ya es el colmo!! le juro que le va costar muy caro.

-Permítame, permítame Díaz y no se excite por favor. Lamento que la verdad le hiera, no era mi intención  hacerlo, no he venido  mas que a comunicarle, que después de varios whiskys y haber ”estado”  con  una linda chica, me he dado cuenta de algo que me obliga a cumplir ineludiblemente con mis compromisos. ¡Vaya! que esta noche tocaré el concierto no se preocupe más.

Ulloa respiro profundamente aliviado  y  junto a don  Fernando exhalaron sonoramente su alivio.

Ante tan patente muestra de relajación, el maestro Ferrara soltó una sonora carcajada y solicitó permiso para sentarse en uno de los lujosos sofás que amueblaban el espacioso lugar. A lo que don Fernando contestó con un súbito y sorprendente tono amable y meloso:

-Desde luego maestro, faltaría más, le sugiero que se siente en ese sillón del fondo, es italiano, fabricado con piel de la más alta calidad-. Ferrara sonrió socarronamente y  justo antes de sentarse en el sugerido sofá,  se oprimió el abdomen y resultado de ello soltó un sonoro eructo. Ulloa, salto de su silla horrorizado, asqueado,  temiendo la  tremenda reacción de su jefe, misma que nunca llegó, sino más bien una abierta y casi grotesca risotada nada habitual en un hombre tan “distinguido”.

-Usted disculpará amigo Díaz, es lo que tiene beber tanto y comer poco. Dijo Ferrara.

-No se preocupe maestro, el organismo, ya se sabe. Pero ocupándonos de lo que nos interesa, ¿Qué ha sido ese suceso, eso de lo que usted se ha dado cuenta, que ha obrado tan maravillosa rectificación en usted?, dígame por favor maestro, me interesa saber que ha sido lo que le ha hecho cambiar tan repentinamente de opinión.

-Verá Díaz, me he dado cuenta de que estoy solo. Que lo único que tengo es mi piano, ¿Cómo puedo perder lo único que tengo?, sin ello estoy perdido. No habría nada bajo mis pies, toda mi vida la dediqué a estar solo, absorto en tocar y huir, hoteles, aviones, salas lujosas de conciertos, una noche en París  o en cualquier ciudad del mundo y apenas ver la ciudad cuando me llevaban al hotel del aeropuerto, y tras el concierto al hotel de nueva cuenta, cautivo, esperando  a que mi carcelero viniera  por mí, a llevarme a otro viaje para otro gran concierto, y así año tras año. Me casé y me divorcié 5 veces, tengo 9 hijos y todos me odian o apenas me conocen, soy el que paga sus facturas o el objeto de sus mas ocultos resentimientos, la causa primigenia de su incapacidad para ser felices.

Nada tengo, solo el piano y un vaso de escocés, un vaso que siempre será lo suficientemente pequeño, porque cada vez necesito más y más whisky para poder respirar y hacerme  soportable el día a día. Ahora que estoy viejo y apesto a alcohol, tengo que pagarme el sexo  por que las mujeres ya no me encuentran atractivo como antes, he de dar algo de dinero para recibir algo de ternura y cariño  y la verdad, es que prefiero que sea así, ello me permite ser más sincero y más directo. Diáz estoy solo, pero no soy estúpido, estoy viejo, pero no acavado, no voy a perder lo único que tengo en la vida. Tocaré.

Sé que nos desprecia Díaz, usted y muchos como usted , lo sé también como muchos de mis colegas y sin embargo, querido mío, nos necesitamos. Yo obviamente para que me paguen mi alto nivel de vida y ustedes para que adornemos  su vulgar vida. Quizás nosotros seamos lo único noble que tengan en ella. Lo nuestro es un matrimonio de conveniencia, somos la mercancía selecta que  vendéis a una clientela rica y muy excéntrica y a algún  bicho raro del resto de la gente que compra nuestro último disco, donde desde la portada en pose casi mística, los vemos desde la distancia, como una divinidad ve a lo simples mortales. Ellos  sienten que adquieren una obra de arte genuina  y no lo que es, un producto más, un genérico, una copia barata , una mentira, una patraña, una muestra  de la masificación  en que ustedes han metido a toda la humanidad, para llenarse los bolsillos gracias a la  inocencia y la estupidez de esos que ahora esperan que esta noche  de él concierto del siglo. Han prostituido el arte, por que se han lucrado descaradamente  con él,  han pensado en volver una ramera barata a Mozart y Beethoven, o a Velázquez o a Goya o  a Picasso . Mercancía, eso es esto  para vosotros, no lo que es, la más clara muestra de la verdad, la más perfecta manifestación de la verdad absoluta, la manifestación más íntima del ser humano, pero mejor termino aquí, por que seguir supone de  usted un nivel intelectual que no tiene, así que aquí lo dejamos querido amigo.

Ulloa no daba crédito a lo que escuchaba, se quedo petrificado  sentado en su silla y sin saber qué hacer. Don Fernando apretando los puños  hasta casi clavarse las uñas. Dió un sonoro golpe en la mesa y solo atinó a decir muy suavemente tragándose la ira:

– Buenas tarde maestro, nos veremos en la sala.

A lo que Ferrara contestó: – Ya nos veremos viejo amigo, ya lo creo que sí, y lo siento por la peste que le dejo, ya sabe, el organismo, usted mismo lo ha dicho. Buenas tardes.